Uriel Flores Aguayo
Pudiera ser siempre, como característica o cualidad, pero se vuelve condición indispensable en tiempos de cambio que los gobernantes también sean líderes, que ejerzan un despliegue mayor en el cumplimento de sus encargos. La necesidad surge porque son situaciones especiales, con mayor demanda de presencias, cercanías y convocatoria de los gobernantes. No basta que cumplan con sus tareas ordinarias en tanto las expectativas sociales son altas. La simple cobertura de sus puestos es insuficiente y tradicional. Se requieren líderes, de esos que hacen algo extra y que son referente de actividades y niveles éticos. Hablamos de un liderazgo real y auténtico, no confundirlo con la publicidad y las poses. Definitivamente se requieren líderes en estos tiempos, que inspiren confianza, convenzan y susciten adhesiones a programas y políticas públicas. Lo contrario es lo tradicional, la forma burocrática y la simple ocupación de cargos, independientemente de colores partidarios y proyectos de gobierno. Un ejemplo claro de líder lo tenemos en Andrés Manuel Lòpez Obrador, guste o no su estilo y fines al respecto.
El caso VERACRUZ es todo lo contrario, no se percibe ese liderazgo. Parece una administración de inercias, ocurrencias y auto consumo. Les está faltando hacer autocrítica y ajustes a sus equipos de trabajo. Pero más que nada requieren una valoración profunda de sus propósitos. A estas alturas, estando ya al frente de sus responsabilidades, no basta que se refugien en indicaciones discursivas de corte partidista o en eslogan épicos. Echar culpas se vuelve ocioso ante las demandas cotidianas de la población. Serán juzgados por sus resultados no por pretextos. En la posibilidad de hacer autocrítica, inaugurar nuevas formas políticas e ir modificando sobre la marcha están las cualidades y el talento del gobernante. Si hay visión, junto a la capacidad requerida, habrá autoridades formales y con liderazgo. Existe un gran riesgo de que nos enfilemos a un gobierno fallido, indeseable. La carencia de liderazgo minimiza a la administración pública, la hace opaca y poco creíble. Eso también impacta en las áreas de gobierno, donde los titulares podrían confiarse en que no van a ser exigidos y hacer las cosas más de acuerdo a sus intereses. Es curioso que algunos Secretarios de despacho llegaron de fuera, lo cual, en si mismo, sin localismo, plantea serias dudas sobre su compromiso con VERACRUZ.
Las inercias y lo tradicional implican que se ocupe un cargo solo en sentido formal, apegados a los reglamentos y sin renovación; es que se haga lo que marca el librito, ejerciendo un presupuso y dando órdenes. Pudiera esperarse que el funcionario haga al cargo. Cuando el funcionario es relevante solo por el opuesto, ya hay un problema de eficacia que limita sus aportes. Mucho de eso se observa en la actual administración local. En ese sentido la estructura de gobierno incide poco en la vida pública y los funcionarios son lejanos para la ciudadanía. La manera más directa y sencilla de evaluar su capacidad, a falta de informes y transparencia, es observarlos en sus declaraciones a la prensa, donde muestran sus perfiles.
En las costumbres autoritarias de gobernar ha existido la postura de hacer y decir lo que sea asumiendo que no habrá consecuencias. Así lo indica nuestra historia nacional. Algo similar se observa en varios funcionarios del Gobierno Estatal, incluso con excesos y sin prudencia. Hay algo de desconocimiento y soberbia en esas actitudes; lo peor es cuando se festinan. El mensaje es un desastre, de pobreza política y división social. Al ser un gobierno de alternancia y asumido como de regeneración, las expectativas y exigencias son mayores. Simplemente no pueden ni deben hacer lo mismo, lo tradicional. Sin sustancia
pueden caer en la simulación. Además de su ideología, de existir, es exigible que tengan un comportamiento ético y escrupuloso.
Recadito: ya no digamos ideología, mínimo esperar escrúpulos de algunos Secretarios Estatales.
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