Uriel Flores Aguayo
Que se quiera gobernar con la verdad, siendo auténticos y transparentes, es una decisión consciente que se ubica en las convicciones democráticas. Venimos de historias distintas, de mentiras y falsificaciones que tanto nos afectaron en legalidad, economía y seguridad. Plantearse una ruta verdadera implica compromisos gigantes con los dichos y los hechos. Es asumir retos que tendrán consecuencias e implicarán mayor trabajo. No habría algo nuevo si se siguiera en las prácticas tradicionales. El punto de partida es la voluntad de hacer algo que, además, sea nuevo y mejor. Tenemos la extraordinaria oportunidad de ver a los funcionarios en tiempo real, a todo color, oírlos en sus declaraciones. Ese es un examen cotidiano que nos indica eficacia y voluntad. La línea es clara: operadores capaces, claridad y decisión de hacer las cosas, involucramiento de la ciudadanía y solución de problemas. Sin voluntad política todo queda a medias y se pospone, todo se complica y se encara mal. Es clave tener claro si existe o no la voluntad de hacer algo. Sin eso lo qué hay es simulación e inercia. Después viene la capacidad para hacerlo y la legitimación cotidiana como servidores públicos. Sin la gente la obra de gobierno es incompleta.
Nuestro gran déficit democrático en México, radica en la baja participación ciudadana en la solución de los problemas sociales. No basta votar y elegir, aunque es básico hacerlo. Es fundamental involucrar a los ciudadanos en un diálogo permanente entre ellos y con las autoridades. Se requieren normas y mecanismos simples que faciliten el acceso a la información y la participación de la gente en los asuntos públicos. Es vital que a todos los niveles se abran los espacios a la ciudadanía, que se le den facilidades y se estimule su participación. Lo opaco de lo público cede ante la inspección social. Las políticas públicas en general serán exitosas con el respaldo ciudadanos. El discurso oficial debe se de bienvenida y respaldo al interés social por la vida pública. Si hay quienes deseen grabar actos de autoridad, de Transito por ejemplo, deben ser respetados. Las policías serán atentos y los burócratas pondrán por delante el interés público.
Tenemos que ir hacia lo auténtico y efectivo, no a figuras decorativas y eufemísticas. En los Ayuntamientos hay una gran oportunidad participativa en los jefes de manzana, quienes deben tener un rol más importante por su invaluable apoyo en la solides del tejido social. Igual pasa con las sociedades escolares de padres y madres de familia, de un enorme potencial para fortalecer campañas oficiales. Los grupos empresariales, los colectivos, las iglesias, los medios de comunicación, los foros de reflexión, entre otros, son los grupos sociales que mucho pueden apoyar en la solución de varios problemas y la buena implementación de políticas públicas. En materia de seguridad es mucho lo que se puede hacer con unión y valentía.
Las claves están en no callarse, en asumir que los problemas son sociales y requieren, por tanto, soluciones colectivas. Hay un valor intrínseco en cada individuo que, unido a sus pares, es más fuerte. No somos masa excepto para el discurso genérico y demagógico. Somos realidad concreta y específica por zonas y regiones; necesitados, en principio, de diagnóstico en lo particular y caminos abiertos para saber y hacer. Que haya toda la voluntad oficial para abrir los espacios si hablamos de comportamiento democrático. Y que se sostenga la participación ciudadana en forma continua, como conducta normal. Así dependemos más de nosotros mismos, sin providencialismo y efectos abstractos.
Recadito: están equivocados si creen que siempre podrán hacer y decir lo que sea sin consecuencias.
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