Uriel Flores Aguayo
Las redes sociales digitales dominan la interacción social, sobre todo Facebook y Twitter. En la medida en que el internet se ha expandido aceleradamente en nuestro país las redes sociales son la plataforma puntual y privilegiada para la comunicación en la sociedad. Prácticamente en todas las capas de la población se utilizan en forma cotidiana y natural. Los mensajes de todo signo llegan en tiempo real y han logrado una revolución ya duradera en las formas en que nos informamos y expresamos en general. Son tan poderosas que se les atribuyen la posibilidad de derrumbar radicalmente Gobiernos, hacer ganar elecciones y crear realidades alternas; incluso, hay países donde están discutiendo la posibilidad de regularlas específicamente. Se hacen las redes al andar. Hay figuras públicas que llegan con su proselitismo, espectáculo o noticias a millones de personas. Seguramente evolucionarán en tecnología y modalidades de uso pero llegaron para quedarse como una herramienta moderna y derecho humano.
Su velocidad hace que la conversación pública sea rápida y se quede en la superficie. Todo lo impreso es rebasado por el dinamismo de las redes pero conserva las cualidades de lo profundo y cualitativo. Lo que llega rápido se esfuma igual. Son distintos en uso de ciertos sectores sociales el Facebook y el Twitter; el primero con acento popular y familiar, lo cual implica una utilización sana y referida a hechos normales de la vida cotidiana; el segundo con rasgos juveniles, de élites y con manejo político. Hay más comunicación en Facebook en el sentido de que los mensajes son de ida y vuelta. En Twitter abundan los monólogos y las campañas de defensa o ataque al grado de que se vuelve previsible y, en algunos casos, peligroso por las derivaciones hacia los odios. Recuérdese lo ocurrido con Donald Trump, a quien le fueron canceladas sus cuentas en las redes por utilizarlas para esparcir mentiras.
Se pueden dictar decálogos de buena conducta y amagar con controles autoritarios pero nadie podrá disminuir siquiera la incidencia de las redes sociales. Ahí estarán para cumplir su papel y seguir ayudando a que tengamos sociedades abiertas. El problema lo tienen las buenas conciencias y los Gobiernos despóticos, tipo Cuba. La alfabetización digital, su evolución tecnológica y la educación ciudadana nos llevarán a un uso más sano, creativo y útil de las llamadas benditas redes sociales. En tanto, demos el valor civilizatorio de estas plataformas y contribuyamos a que signifiquen un elemento de calidad en nuestra vida pública.
Los muros individuales de Facebook giran en torno a las amistades aceptadas. Quien participe en ellos asume el nivel y estilo del poseedor de la cuenta respectiva. Si es público resulta susceptible de que lleguen mensajes diferentes al contexto en que se maneja con normalidad. En estos casos será decisión del anfitrión mantener la comunicación con ajenos y fijar reglas para la conversación. El Facebook es un reflejo del tipo de sociedad que somos. Al déficit en ciudadanía le corresponde una participación virtual deficiente, con insultos incluidos. El anonimato es un refugio para malas personas o simplemente ociosas. Pero no es la regla. Observo una tendencia mayor al uso llamemos correcto de esa red social. Definitivamente estamos más comunicados y eso es un factor positivo en nuestra sociedad. La pandemia del Covid-19 en curso ha enfrentado a una población mundial más informada y resistente gracias, entre otros factores, a las redes sociales. Hemos podido conocer lo que está pasando en otros países, lo que están haciendo los Gobiernos y aprender de las opiniones y logros de la comunidad científica.
Recadito: XALAPA es mucho más que dos. ufa.1959@gmail.com |
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