Uriel Flores Aguayo
Cuando lean este artículo, que es semanal, ya irán once o doce días de campaña electoral municipal en Xalapa; casi habrá transcurrido el cincuenta por ciento del tiempo señalado para esa promoción. Como es lógico el interés y calor por las campañas es todavía menor pero ira subiendo de nivel poco a poco. En la medida de que se vuelven presencia central y dominantes de la escena pública, las candidaturas y siglas partidistas se vuelven referencia y suscitan corrientes ciudadanas de atención y apoyo. Por el momento se ven en las redes sociales sobre todo, en algunas calles y en anuncios espectaculares. Fuera de eso es realmente poco lo que se encuentra. Es que las campañas también se adaptan a la pandemia del covid-19 y sufren cambios en su implementación ante las exigencias de la ciudadanía. Actos como la marcha de la unidad del pasado domingo son la reaparición de los vetustos rituales del viejo PRI, tan anacrónicos que no generan ninguna simpatía. Es un error grave y afrenta a la dignidad de las personas seguir pensando que son masa anónima, manada borreguil, objeto o cosa manipulable, número para cuantificar o escenografía. Se asoma un práctica política de simulación desde el partido oficial; ojalá sus candidatos se comporten con decencia y legalidad.
Xalapa apenas voltea a las campañas, no es fácil identificar los nombres y siglas; mucho menos las propuestas, si las hubiera. Son tantas candidaturas que se agolpan en los lugares de reunión, como los tianguis y mercados, donde desfilan tres o cuatro grupos electorales al mismo tiempo. A primera vista lo que más distingue es el nombre de la candidatura, los partidos pasan a segundo plano con poco nivel de identificación. Ya será por su labor intensa e inmediata que suban en nivel de reconocimiento. Es llamativo el derroche del partido oficial, con escenas similares a las que repudiábamos del viejo PRI: anuncios por todos lados, propaganda saturadora en los vehículos del transporte público, miles de gorras, playeras y morrales. El ejercicio del poder los iguala a sus similares del pasado inmediato. Se nota en algunas candidaturas que disponen de recursos para colocar anuncios de todo tipo, pagar brigadistas pues carecen de militancia y regalar todo tipo de objetos.
Ante el volumen de gasto en algunas candidaturas se impone hablar de equidad, esa aspiración tan difícil de practicar pero indispensable para que no haya arbitrariedades electorales. El derroche indica que no han aprendido nada, que están dispuestos a meter la mano al cajón, como antes de la transición, y que son abusivos. Es una deformación anti democrática que se imponga el dinero. Es elemental exigir piso parejo y la no injerencia del Ejecutivo Estatal. Lo ideal es que se exprese la voluntad popular sin los filtros del control, la manipulación y sentimientos de culpa. A más sufragios libres más se asea la vida pública xalapeña y vuelve rutina exigir tus derechos; más votos en general representa la revitalización de la democracia y dotarnos de un Ayuntamiento fuerte.
Sin autonomía el Cabildo se vuelve intrascendente y ornamental. En esa situación da la espalda a la ciudadanía, sin capacidad de soluciones. Tomemos como botones de muestra a la seguridad y al tránsito vehicular. Las policías están al mando estatal o federal y realizan funciones que les deberían ser ajenas. Colocan retenes sin lógica de seguridad y dan molestias a la gente, violan garantías constitucionales y relevan a los Ediles en el trato con la ciudadanía. Los xalapeños estamos indefensos, no contamos con las autoridades municipales y quedamos sujetos al criterio de algún jefe policiaco que, seguramente, no son de esta ciudad.
Recadito: a más votación mayor pluralidad y mejor vida pública. ufa.1959@gmail.com |
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