En un sentido amplio la sociedad y su Gobierno (Estado) deben cumplir con su rol unidos y legitimados por factores claves como son la legalidad y la democracia en su conjunto. La sociedad funciona en base a reglas consensadas, forjadas a través del tiempo y desarrollo social, quedando al gobierno (múltiples instancias y niveles) su estricta aplicación. Las reglas se hacen para cumplirse, si no se respetan entramos a terrenos disfuncionales y regresivos. Las reglas básicas no son de izquierda o derecha. Ante las conductas irregulares o delictivas no debe acudirse a los eufemismos o a las justificaciones huecas porque se fomentan lo negativo y los antivalores, propiciando un retroceso en la vida nacional y de las comunidades.
No se debe hacer abstracción de la realidad de nuestro país, hay que asumir el gigantesco rezago social que lo azota y contamina. Sin tener resueltos los satisfactoria básicos es casi imposible esperar normalidad en la sociedad. Con el estómago vacío, desempleo, falta de oportunidades y extrema violencia delincuencial, es prácticamente imposible acceder a una vida pública sana, a CIUDADANIA plena, a la práctica de la legalidad sin más y al ejercicio de derechos democráticos. Es un imperativo moral y de funcionamiento social atender esa espantosa desigualdad que atraviesa a nuestro México. Sin embargo, nada justifica que se atente contra la propiedad privada y bienes nacionales, como tampoco que se observe pasivamente, desde la sociedad y el Gobierno, como se contamina y corrompe nuestro tejido social. Estamos urgidos y ante la oportunidad de suscribir un nuevo y esperanzador contrato social que nos coloque en una ruta de renovación. Es un momento clave en la historia nacional, se aprovecha y logra o estamos condenados a seguir en la informalidad y los retrasos.
Debe reforzarse una convocatoria amplia para encarar los retos tan mayúsculos que hacen de nuestra vida una experiencia difícil, llena de obstáculos, fracasos e infeliz. Desde el poder político ser enérgicos, coherentes y justos; siempre en el diálogo y el respeto a la sociedad. Somos pueblo de ciudadanos, no masa amorfa. Somos pluralidad con cabeza y opinión propia. Es vital alentar la crítica, que sea constructiva ya es responsabilidad de los que la hagan; para el bien del conjunto social es también vital no solo respetar la pluralidad sino alentarla. Si pensamos en democracia es indispensable cultivar la CIUDADANÍA participativa, crítica e informada. No descubro el hilo negro sino que acudo a expresiones obvias, pero del dicho al hecho siempre hay un buen trecho, condición humana y voluntad política combinada con actitud democrática.
No siempre es fácil ni sencillo ocupar cargos gubernamentales y legislativos respetando un ideario político y democrático, cumpliendo con los deberes y asumiendo posturas sólidas de servicio. Es una cuestión cultural y democrática. No basta tener a un líder tan fuerte como AMLO, al contrario; el seguidismo y la renuncia al pensamiento propio es la garantía de un camino erróneo y regresivo. El debe tener las riendas del poder, coordinar esfuerzos e inspirar con el ejemplo pero no quedarse con la totalidad de responsabilidades. Hay mucha historia mexicana e internacional de donde podemos aprender. No hay que repetir la nociva experiencia del partido de Estado, el culto a la personalidad y el pensamiento único. Eso ya lo vivimos con consecuencias fatales. Insistir en esa ruta es el seguro camino a la corrupción y el fracaso.
Veo que es muy diferente tener el poder que gobernar, al menos en nuestro ámbito local. Recibir un mandato permite otorgar cargos, decidir sobre presupuestos y hablar de lo que sea. Es bastante distinto hacerlo bien, correctamente y fortalecer la gobernabilidad. Un buen Gobierno escucha y atiende, respeta y habla de lo importante, dice lo que hizo y muestra un camino inspirador para la ciudadanía.
Recadito: si la vemos como nuestra casa común, mucho podemos hacer por XALAPA.
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