Uriel Flores Aguayo
Un sistema de partidos es parte indispensable del sistema político. Los partidos son la vía para la participación ciudadana en la conformación de los poderes públicos y la agregación de causas sociales. Hay países con uno, pocos o muchos partidos; hay distintos métodos electorales y medios de financiación. En México tenemos un sistema frágil y disperso que es resultado de décadas de partido de Estado y luego hegemónico, de una transición deformada y un súbito ascenso al poder de un partido amorfo. Los partidos en general tienen una natural centralidad en el debate público, opinan y fijan posturas. Ahora se ven más débiles que nunca y con poco ánimo autocrítico. Con motivo de las resoluciones del INE sobre el registro de nuevos partidos y la elección interna de Morena se ha incrementado el interés mediático en los partidos políticos.
Soy de la idea que más allá de órganos electorales deben ser los ciudadanos quienes, con su voto, definan qué partidos mantienen o no su registro. Este tipo de medidas deben complementarse con una sustancial reducción de las prerrogativas que reciben, las cuales ya resultan casi en lo ofensivo en una sociedad tan desigual y pobre. Todos los partidos deben contar con piso parejo en la competencia electoral; por ningún motivo debemos volver a los viejos tiempos del avasallamiento desde el poder político. Si queremos democracia de calidad y cambios verdaderos, tenemos que darnos elecciones libres y confiables. Los votos han sido la base de las transformaciones de México. Venimos del Maderista sufragio efectivo, no reelección; de la emergencia electoral del año 88, la alternancia Foxista del año 2000 y el giro disruptivo en potencia del triunfo de AMLO en el 2018. Es decir, el voto es altamente valorado por los mexicanos, se ha asentado como el recurso natural para expresar las aspiraciones ciudadanas. Así seguirá siendo.
Estamos ante partidos burocratizados y de cúpulas, lejanos a los intereses ciudadanos. Es nuestra lamentable realidad que se alimenta de la inercia y las pequeñas ambiciones grupales. Es lamentable en tanto el rol tan vital que juegan en la democracia. Ojalá en los próximos años ocurra una reforma que nos arroje partidos abiertos, sanos, ilustrados y vinculados a la gente. Por ahora hay que conformarse y proceder con lo que existe. Es importante estimular la pluralidad por el bien de México y porque sería antinatural cualquier pretensión de concentrar en una sigla, como antes, la diversidad social y cultural de nuestro país.
El poder y la condición humana son, en esencia, lo mismo que se conoce desde hace muchos siglos. Sin contrapesos sobrevienen los excesos, independientemente de la voluntad de los actores políticos. Para garantizar los cambios se necesitan instituciones. No debemos acostumbrarnos a las desmesuras del poder; hemos luchado toda la vida contra las injusticias y los abusos. Debemos mantener siempre esa actitud y confiar en nuestra autonomía y libertad. Somos contrarios a los dogmas y al culto de la personalidad. No hay caudillos buenos o malos, todos son arcaicos.
La elección interna en Morena pone a debate la situación de dicho partido. Lo que se diga y haga en ese organismo es más relevante por las posiciones de poder que ocupa. Sus aspirantes a dirigirlo están hablando de una realidad precaria en todos los sentidos y de una prematura crisis. Es cierto. Dependen en absoluto de la imagen de AMLO, lo cual es sumamente riesgoso. Tengo cerca su presencia en el estado de Veracruz y en XALAPA: prácticamente inexistentes y con actividades clientelares y oficialistas, igualito a lo que le
cuestionábamos al PRI. Es deseable que quien lo encabece tome la iniciativa para que se conviertan en una opción democrática, no lo son ahora.
Recadito: el único que se divierte en Morena es Muñoz Ledo; utiliza y lo utilizan. ufa.1959@gmail.com |
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