Uriel Flores Aguayo
Los contagios y fallecimientos de covid-19 no han llegado a su pico, aplanamiento y descenso en México. A poco más de cuatro meses del primer caso de muerte por ese virus y el anuncio de la campaña nacional para enfrentarlo estamos en una situación delicada, incierta y en muchos sentidos sin rumbo. La información mundial y nacional sobre este fenómeno es abundante. Todos los días nos enteramos del incremento o descenso de casos en el mundo; en nuestro país siguen siendo únicamente incrementos. Tenemos referencias de las maneras en que superaron sus crisis países como China, Corea del Sur, España, Italia, etc.; han tenido pequeños rebrotes de relativamente fácil control. Las características comunes de esas experiencias se localizan en confinamientos absolutos, la realización de pruebas masivas, los apoyos económicos a su población, la información puntual, el ejemplo de sus gobernantes, la responsabilidad social y un sistema de salud no colapsado, entre otros aciertos políticos, técnicos y científicos. Los datos actuales de España e Italia, son contundentes y les permiten reiniciar una vida pública lo más normal posible.
Nosotros estamos en una situación inversa, cada vez peor. Es de obviedad no hacer comparaciones simplistas con otros países. Las diferencias en economía, tan solo, pueden ser abismales. Sin embargo, hay algunos elementos que son comunes para todos: el uso o no de cubre bocas y la aplicación de pruebas. Acá cerramos mal y abrimos peor. Por necesidad nos pusimos en la disyuntiva de salud o economía. Con un llamado a quedarse en casa sin apoyo a los trabajadores informales la medida solo se acató parcialmente. Al abrir para reactivar la economía se dispararon los casos de contagios y muertes. En algún sentido se puede decir que la epidemia está sin control, que el panorama es de incertidumbre y que nos encaminamos a lo que puede ser una catástrofe humanitaria. Sin pruebas, sin rastreos, sin medicamentos, sin equipamiento, con personal desgastado, sin programas de apoyo económico y con cada vez menos disciplina social el panorama es oscuro.
En las carencias del sistema de salud del que muchos se quejan, incluido el personal médico hasta la fecha, y la negativa u omisión del Presidente y el zar anti covid-19 a utilizar y promover el uso del cubre bocas, hay algunas cuestiones a resaltar. La baja aplicación de pruebas y las carencias de equipos y medicamentos significa sobre todo que no hay dinero, que el gran problema es presupuestal. En ese caso se justificaba plenamente acudir a algún crédito internacional. Dejar que se siga enfrentando esta crisis con esas carencias es condenarnos a la prolongación de la epidemia y al aumento irracional de muertes. No hacer campaña masiva, cotidiana y con el ejemplo sobre el uso del cubre bocas es una actitud absurda e irresponsable. Obedece a cierto tipo de personalidad, para algunos fuerte y autoritaria para otros. Esa es una de las fallas mayores del Doctor Gatell, subordinando lo científico a lo político. El cubre bocas ya se utilizaba hace como cien años. En todo el mundo, en estos meses, se volvió obligatorio; fueron sus líderes y gobernantes (Reyes, Presidentes, Primeros Ministros) los primeros en usarlos y, con ello, poner el ejemplo.
Vivimos con miedo, vemos un agravamiento de la crisis, perdida de control gubernamental, hartazgo social, crisis económica y un túnel sin luz alguna. Tal vez todavía estemos a tiempo de hacer algo mejor como instituciones y sociedad. Debemos asumir que vivimos una situación inédita y de tamaño descomunal. Habrá que mantener una actitud reflexiva y actitudes positivas. La vida nos cambió. Nuestra existencia se transformó radical y rápidamente. Todos los ámbitos de nuestra sociedad sufrirán cambios. Tendremos que
adaptarnos. Depende en mucho de nosotros hacer que la crisis sea lo menos pesada posible.
Recadito: todo nuestro cariño y apoyo al personal médico.
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