Uriel Flores Aguayo
Con ese lema se publicita el cuarto informe del gobierno de Veracruz. Se compone de la palabra de moda sexenal que es la transformación y una confusa e idílica idea de estar haciendo historia. Pero están mal empleadas desde mi punto de vista. Si historia es pasado la pregunta sería cómo se puede estar transformando lo que ya ocurrió. Tal fenómeno, de existir, tendría que ocurrir en este momento, en el presente. Tampoco es que deba haber sorpresas en el uso oficial del lenguaje, deformado hasta los extremos. Ya es habitual que hablen con mentiras y demagogia, que nombren algo por error o dolo por decirlo simplemente. Han operado la edificación de una narrativa esquiva y superficial, también un discurso de simplezas y consignas. No buscan la verdad ni el convencimiento. Se han quedado en el discurso fácil con olor y color de manipulación, reduciendo las adhesiones a cuestiones de fe, sin datos ni evidencias. En ese contexto pareciera un despropósito hablar de la transformación de la historia; hay algo de impunidad a la hora de soltar ese tipo de ocurrencias. Con las limitaciones a la pluralidad y la captura hegemónica de los espacios públicos, se reduce el debate y el diálogo. Nuestra atmósfera se contamina de monólogos y discursos fáciles, de esos que dicen lo que las audiencias quieren escuchar. Se asfixia la inteligencia y se masifica a la sociedad. Desde el más alto cargo se habla con ligereza y con dudosa veracidad; de ahí para abajo todos imitan y se van por lo fácil. Es grave en sentido democrático que no se genere un debate informado y tolerante; que se descalifique al que opina diferente. Es grave que retrocedamos en algunos aspectos de la transición democrática. Todo por los sueños de grandeza y alta auto estima del liderazgo del país. Esta última alternancia tiene o tenía potencial de llevar a cabo una profunda democratización de nuestro país. Había legitimidad de sobra, control legislativo, debilidad opositora, control de los medios masivos-TV, altos índices de popularidad y otros aspectos claves para intentarlo. No se hizo y con esa actitud medianita se desperdició, esa si, una oportunidad histórica. No se hizo ni se hará. Mientras nosotros intentamos mantenernos en pie y jugar un papel positivo para la profundización de una vida libre y democrática. Es contradictorio con los ideales que próximamente se deberán explorar y comprender. La democracia es garantía de alternancias y se desarrolla en un ambiente de tolerancia y respeto irrestricto al pluralismo. Es de desearse que el grupo en el poder local eleve un poco el nivel de sus mensajes para no caer en el cantinflismo.
Finalmente debe valorarse todavía más la libertad en México, y aspirar a una sociedad sana, pacífica, informada, participativa, fuerte y democrática en general. Esa es la base del desarrollo y la prosperidad. Los gobiernos, legislaturas, partidos y políticos en general deberían emplear su tiempo, presupuestos y discursos en unir, respetar, orientar y construir. Están de paso y no tienen derecho a mal utilizar sus cargos en simulación, demagogia y proyectos personales. Hablamos de lo ideal y puede ser inocente, sí, pero es la pureza de los humores públicos y el interés general, lo colectivo. Sin ideal no hay meta ni motivación. Aclararlo y ubicar su viabilidad es la gran tarea ciudadana; con su empuje, la clase política tendrá que aprender y hacer su tarea un poco mejor, al menos. En tanto nunca renunciar a la verdad, a la crítica, a la acción y al compromiso con lo justo, lo eficaz, lo solidario y el amor propio.
Recadito: no debe haber marchas de Estado porque se parecen a las del fascismo.
Ufa.1959@gmail.com
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