A lo visto en las distintas alternancias locales y federales los modos, métodos y esencias políticas reproducen las más añejas, vistas y detestadas prácticas del poder en todos sus niveles y colores; la de ahora, nacional y en curso, todavía tiene mucho trecho para mostrar sus bondades y sentido de lo "verdadero". En nuestro ámbito es más de lo mismo, no más lejos del color, la sigla y los nombres. Habrá aspiraciones democráticas ante el déficit de tolerancia y autocrítica, ante la medianía o pequeñez de los actores políticos con alto nivel de responsabilidad. No hay justificación que valga para la ocurrencia, lo faccioso y el simplismo ante un panorama inundado de conflictos y retos. Mandar no es gobernar ni usar el poder porque sí tiene alguna virtud.
La elección de Puebla y el trágico desenlace que la ensombrece es una dura y concreta lección de lo que no se debe seguir haciendo en la convivencia política de nuestro país. Resueltas las impugnaciones, obviando los tonos y la confrontación de las campañas, lo indicado era el reconocimiento incondicional y las más claras muestras de colaboración institucional, dejando atrás los reclamos partidistas y cualquier tipo de tono rijoso. Por soberbia, mal cálculo político, exhibición de atraso e inercia de lo local se desperdició una extraordinaria e irrepetible ocasión para mostrar grandeza concreta y niveles de Estadistas. Se optó por lo pequeño e intrascendente. La muerte de la Gobernadora de Puebla, es una ruda lección para todos: Presidente, adversarios locales, partidos políticos y actores públicos en general. Si hay autocrítica y respeto por la memoria de la señora, debe emitirse un mensaje de conciliación y dar pasos para la recuperación del diálogo democrático en esa Entidad; un buen indicador sería abstenerse de participar desde el nuevo partido hegemónico y dejar que el partido de origen de la fallecida sea quien proponga la sustitución. La elección extraordinaria debería ser de mero trámite. Muy pronto se verá, por tanto, si se aprendió esa mortal lección.
Dicho sea de paso: sin demócratas y gobernantes con visión de Estado no vamos a mejorar sustancialmente nuestro sistema político, a hacerlo funcional y progresista, ni a propiciar la participación libre, masiva y sistemática de la ciudadanía en nuestra vida pública. El rollo vanguardista y clientelar solo perpetua el sometimiento y la simulación.
En Monterrey, se llevaron a cabo elecciones municipales extraordinarias el domingo pasado con un resultado curioso y oportuno para algún tipo de análisis. Es bastante llamativo que el PRI y el PAN resultaron prácticamente empatados, obligando a un recuento dada la diferencia de menos de un punto entre ambos y algunas inconsistencias en paquetes y actas. Ese resultado es extremadamente similar al que tuvieron en la elección ordinaria hace casi seis meses, por tanto, sus electores se mantuvieron fieles en términos porcentuales. En la elección anterior la coalición encabezada por Morena obtuvo el tercer lugar, ahora decidió no presentar candidatura; sin embargo, su candidato de entonces, un personaje de la farándula, se volvió a postular pero solo apoyado por el PT, quedando en un remoto tercer puesto. Estamos en un tipo de elección donde influyen en forma categórica y determinante los factores locales; no hay milagros, si Morena se presentaba con el mismo candidato u otro que surgiera de manera natural, habría perdido de todas maneras. Al tratarse de una elección local y aislada no tuvo el impacto de alguna elección nacional ni el nuevo escenario político surgido del primero de julio de este año.
Aspectos más o menos, con las coyunturas del momento, ante nuevas tendencias y escenarios, en las elecciones locales estarán a prueba las figuras, siglas y propuestas que apelen al arraigo, trayectoria, compromiso e ideas.
Recadito: el Ayuntamiento de Xalapa, renuncia a una identidad municipal, propia, asumiendo consignas y lemas federales.
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