Las opiniones que se den sobre el momento político de VERACRUZ, deben incluir, específicamente, algunas consideraciones respecto al tipo de Gobierno que surgió de las elecciones simultáneas del reciente primero de julio. De su correcta caracterización depende las expectativas que se tenga sobre su conformación y resultados. De inicio, hay que señalar que fue algo sorpresivo el resultado electoral en las condiciones locales y que se explica, en mucho, por la tendencia federal; la votación en línea se otorgan votos que no requieren acreditar figuras ni propuestas. Hay un efecto directo del ambiente nacional, sin restar méritos a quienes ponen su nombre en la boleta.
Al contar con poco tiempo de existencia formal y trayectoria colectiva es lógico que aparezca una coalición de facto, más allá de los membretes, como opción de Gobierno. Ahí se dan cita conversos de cualquier momento o de ultima hora, núcleos fundadores que quedan pequeños ante los espacios abiertos, oportunistas de siempre y ciudadanos auténticos que se asoman a la política. No se puede pedir mayor identidad ante la brevedad de su acción común, salvo consignas de imitación nacional y algunos rasgos locales. Tendrán que hacer un gran esfuerzo desde el nuevo Gobierno estatal para no volverse caricatura y mostrar mínimos de cohesión con rostro propio.
Preocuparía que no se pase de lo tradicional, del chambismo, las cuotas y los cuates. Que se crea qué hay premio a la hora de ocupar un cargo público, en postura de "ya la hice". Esta es una grandiosa oportunidad para repensar, revalorizar y relanzar el papel de los servidores públicos, reivindicando sus trayectorias, eficacia y honradez. Hay un profundo desgaste en los aparatos públicos, desde su integración hasta su utilidad social. En mucho por el partidismo y cesión a grupos facciosos. Se han atrofiado en un pesado burocratismo los espacios del servicio público; se ha perdido la mística y hasta la comprensión de su deber con la ciudadanía. Sin servicio civil de carrera se seguirá premiando la lealtad política sobre la capacidad técnica y profesional. Es normal que los cargos de mayor responsabilidad sean ocupados por los equipos políticos ganadores en tanto tienen la confianza del titular del Ejecutivo y el compromiso de llevar a la práctica el programa votado mayoritariamente. De cierto nivel para bajo la prioridad deben ser las competencias.
Entramos a los terrenos de los perfiles requeridos en los servidores públicos. Las líneas dominantes deberían ser las que tomen en cuenta la capacidad. No debería pensarse en llenar espacios, sino en que los ocupen quienes cuenten con los atributos para hacer un buen papel. Sería un error aplicar una especie de tabla rasa por supuestos motivos ideológicos o políticos. Como no hay tal, se estaría caminando hacia terrenos de la simulación. En la vieja y autoritaria política era más importante la lealtad o la lambisconería que la capacidad para estar en el servicio público. Un partido político tiene un mandato para llevar a la práctica su programa pero necesita personal calificado para operar como Gobierno. Requiere buenos educadores, médicos, ingenieros, agrónomos, abogados, etc., que no indispensablemente surjan de sus filas. Sería un avance real, sin rollos y poses, que los servidores públicos se deban a las leyes, las instituciones y la sociedad.
Para Veracruz queremos lo mejor, es nuestra casa común; tenemos que apoyar en activo y en la crítica constructiva a que le vaya bien al nuevo Gobierno. Sería una pena y pérdida de una oportunidad dorada si se reproducen prácticas tradicionales, se desliza a la frivolidad y fomenta la polarización. Se requiere altura, decoro, sentido común, visión democrática y mucha seriedad para gobernar una entidad del peso que tiene nuestro entrañable Veracruz.
Recadito: leer, escribir, opinar y hacer vida pública es lo elemental hoy en todas partes, incluyendo, por supuesto, a nuestra XALAPA.
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