Dicen bien que cada quien habla conforme le va en la feria, dicho que resume la sabiduría popular, la real. Es la experiencia propia la que despierta una opinión sobre lo vivido. No hay interpretación aunque puede desviarse por los filtros de alguna seudoideología o consigas políticas. Hablo de mi contacto directo con la actual administración estatal, la encabezada por Cuitlahuac García, la auto asumida como de la regeneración y cambios profundos. Hace cuatro meses y medio le envié un documento donde le doy a conocer una problemática relacionada con abuso de poder en la Secretaría de Educación de Veracruz, sin que, a la fecha, reciba respuesta. El documento está debidamente sellado de recibido en las oficinas correspondientes y cuenta con mis datos. En violación de mis derechos constitucionales, de petición en este caso, hay una absoluta omisión de parte del Ejecutivo y áreas relacionadas. Es una conducta anómala por sí misma y cuestionadora de cualquier espíritu de cambio que pudieran aludir. Cuatro meses y medio sin contestar, más lo que se acumule, es una muestra de desprecio por la legalidad y los derechos ciudadanos; es la muestra de una forma muy curiosa de gobernar. Posteriormente, el primero de mayo y primeros días de junio del año en curso, pude intercambiar algunas palabras con el Gobernador relacionados con ese mismo caso. Su postura verbal fue la de comprometerse a tratar el tema directamente conmigo; han transcurrido dos meses y medio y mes y medio, respectivamente, de ese par de veloces encuentros sin que haya cumplido. Unidas ambas experiencias, la del documento y las de mis diálogos fugaces, configuran un modo de ser oficial, un comportamiento del titular del ejecutivo, de negligencia y falta de respeto. Al menos es lo que me consta y puedo probar. Puede ser que haya una línea sectaria, es decir, que no les interese atender a quienes no ubican como sus aliados o bases electorales; o que se cubran con el manto de la impunidad para no molestar a sus operadores de las Secretarías; pero también que ese sea el nivel alcanzado en el ejercicio del gobierno.
Algo o mucho anda mal en el gobierno de Veracruz, algo o mucho no le funciona bien. No se trata de exagerar ni de ver que simpatías políticas se obtienen. Hay serios problemas de comunicación y abundancia de escándalos. En mucho todo eso tiene que ver con los perfiles tanto del ejecutivo como de su gabinete. No pesan en la vida pública ni inciden positivamente en la deliberación. Al no ser un equipo de trayectoria no suma adhesiones más allá de sus bases y grupos de interés. No hubo apertura a la hora de integrar sus grupos de trabajo, alejados de la pluralidad social de Veracruz. Su sectarismo, de un partidismo ficticio, se agravó con una conducta patrimonialista. Las muestras son abundantes y rayan en el patetismo, están en los bajos perfiles generalizados y en un nepotismo que se volvió deporte. Sin formación, apenas partícipes de algunos movimientos simbólicos, subidos al tren cuando ya venía en ascenso, van directo, o ya están, en la simulación y, en poco tiempo, a la corrupción. Es una pena que un proceso y lucha de más de cuarenta años, en las etapas modernas, de los setentas para acá, sea desvirtuado por personas sin ideas ni convicciones, para quienes daría lo mismo cualquier color partidario siempre y cuando ocupen espacios de poder. Tienen a su favor que les basta asentir lo que diga el liderazgo de AMLO y ahorrarse pensar.
La inexperiencia los hace arrogantes, creen que pueden hacer lo que sea sin tener consecuencias. Se equivocan. Más temprano de lo que suponen tendrán que rendir cuentas, por sí o por exigencia social. Un poco después tendrán que acudir a pedir el voto, para entonces su discurso tendrá que girar sobre sus resultados, ya no en la promesa del cambio. Esa palabra les será arrebatada por otras fuerzas y figuras.
Recadito: del gabinetito estatal resaltan las miserias de los de Educación y Trabajo. ufa.1959@gmal.com |
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