Escribo un artículo de opinión desde hace un poco más de diecinueve años, que se publica
en medios impresos y digitales; lo hago desde una postura libre de consignas y prejuicio,
con el ánimo de aportar ideas y reflexiones, convencido de la importancia de una potente
vida pública, de un diálogo constructivo y de la necesidad de hablar con información, bases
y evidencias. Siempre he utilizado títulos acordes al tema que toque empleando
expresiones que intentan alejarse de la solemnidad. A partir de esta colaboración voy a
emplear el título "libre pensador" para identificar mis ideas actuales que evitan la
polarización, las posturas "antis o pros”, el partidismo y la profesión de fe civil. Me interesa
mucho contribuir a la deliberación pública sobre sólidas y útiles bases de respeto,
racionalidad, construcción ciudadana y desarrollo democrático. La libertad de pensamiento
tiene menor proyección, es incomprendida o minimizada por su complejidad; lo fácil es el
seguidismo, la demagogia y la renuncia a pensar. En muchos sentidos el libre pensamiento
nos reafirma independientes y abre una ruta de autenticidad creativa.
El país que somos nos exige participar en los asuntos públicos; sin el involucramiento
consiente de la ciudadanía nada cambiará sustancialmente. Esto implica opinar, ser parte
de colectivos, exigir a las autoridades, cumplir con obligaciones, ejercer derechos, criticar,
votar y volver normal el ser parte de la vida pública. No hay cambio si seguimos siendo
conformistas, si nos abstenemos, si no nos informamos, si solo somos masa, si en lugar de
los principios practicamos culto a la personalidad. La realidad política es crítica, continúa
viva la falta de representación en los partidos y las legislaturas, salvo en términos muy
generales o simbólicos. Los partidos políticos son de autoconsumo, varios de ellos nidos
de corrupción, sin ideología y dedicados a propalar ocurrencias. En el caso de los
legisladores, un buen ejemplo es la diputación local, es claro que, a excepción de algunas
formalidades, básicamente ven por sus intereses individuales y partidistas. El ciudadano
común no tiene representantes y es fácil víctima de abusos y todo tipo de atropellos.
Parece titánica la labor que busca la verdad y que cree en la libertad. Entre los polos, donde
hay de todo, desde los convencidos hasta los fanáticos y los oportunistas, habrá que poner
paciencia y voluntad para abrir paso a las razones, la tolerancia y las evidencias. No vale
la pena y no merecemos una reedición autoritaria con otros colores y actores. No será sano
que nos dividamos y acumulemos resentimientos para alimentar protagonismos
personales. Ante la masa el individuo, ante las consignas las razones, ante el caudillismo
lo colectivo, ante la arrogancia lo humilde, ante la decepción las esperanzas, ante lo oscuro
la luz de la gente limpia, comprometida con causas y libre.
Tenemos el reto de avanzar a una sociedad más cohesionada, menos desigual, más
participativa, libre, civilizada y capaz de salir adelante de nuestros viejos y nuevos
problemas. Es indispensable ubicar nuestros males y atenderlos con seriedad, sin rollos y
ocurrencias. Para ello hay que quitarnos hasta con alegría los anteojos oscuros de
seudoideologias y abrirnos sin ataduras a la pluralidad, respetando las críticas, haciendo
eficientes a las autoridades, respetando los derechos humanos y subiendo la exigencia
ética a los gobernantes. El tejido social debe fortalecerse, las barbaries deben cesar. O
asumimos una condición civilizada, respetuosa de la diversidad en general, del género, del
excluido, de la gente de fe, y del medio ambiente o solo estaremos dando vueltas sobre
nuestras carencias y rezagos. No hay cambio en México ni en Veracruz, si todo queda en
monólogos, la sustitución hasta mediocre de unos por otros, el culto a la personalidad, la
exhibición de tradicional condición humana, la banalidad del poder y la demagogia.
Recadito: ni como creer en un cambio en Veracruz, con las obvias perversidades en la SEV
y la Secretaria del Trabajo.
ufa.1959@gmail.com |
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