Uriel Flores Aguayo
Son días oscuros que invaden de miedo el cuerpo social, son tiempos de temores y expectación por el avance de la pandemia. Vamos viendo en tiempo real como camina aceleradamente en todo el mundo. Estamos esperando que nos golpee muy fuerte en estos días, como un Tsunami. La vida se ha ido deteniendo en todo México; Xalapa, no es la excepción. Observamos escenas sobrecogedoras en otras ciudades, con calles vacías y hospitales saturados. En algunos países han tenido que aplicar mano dura para obligar a la gente que se quede en casa. Aquí es distinto. Ni hay Gobiernos fuertes y plenamente aplicados a atender la emergencia como tampoco la economía nacional permite ese tipo de medidas. Tenemos un porcentaje muy alto de informalidad laboral. No es nada sencillo enviar a su casa a los trabajadores sin que hablemos de hambruna y revueltas sociales. Como preservar las vidas es primero, urgen programas de apoyo alimentario para quienes carezcan de lo básico para comer, así como vigilancia de las autoridades para evitar acaparamiento y carestía en los víveres. Hay suficiente evidencia para preocuparse por las condiciones y capacidades del sistema nacional de salud.
Vamos en camino de un choque brutal entre nuestra sociedad y el coronavirus; estamos en los inicios todavía. Tiene efectos en salud, economía y seguridad. Por lo visto hasta ahora ya en pleno en el mundo y parcialmente en México. hay muchas razones para preocuparnos. La vida se detiene, la gente se recluye, la economía colapsa, hay muchos contagiados, muere la gente y se instala un ambiente de ingobernabilidad. No se trata de ser alarmistas. La idea es acudir al realismo transparente. Es mejor hablar con la verdad. Es clave contar con la información suficiente y estar organizados para hacer frente a la crisis. Tenemos la ventaja relativa de que hemos podido conocer, con un lapso de unos tres meses, los efectos de este virus. Estaremos en mejores condiciones para hacerle frente si las instituciones y líderes responsables estudiaron el fenómeno y se prepararon como debe ser; pero también si la sociedad aprendió de las lecciones de otros países y tiene la disposición de cuidarse y cooperar con la colectividad.
De estas crisis, la historia lo enseña, sale lo mejor y lo peor de la humanidad. No tendría porqué ser distinto con los mexicanos. Es la condición humana. Preparémonos para ver de todo: grandeza y miseria. Ojalá sea más la solidaridad el rasgo que domine en nuestro entorno. Todos estamos a prueba. Ya se verá la calidad humana propia y de los demás; ya se verá la capacidad de las autoridades. Todo es inédito. Algo se sabe, pero es poco. De las teorías y buenos deseos se pasa a la práctica y la realidad. De golpe nos vimos en una situación difícil, sorpresiva. La vida nos cambió. Pasamos de lo cotidiano, aveces aburrido, tal vez de insatisfacciones, de lo incompleto pero de normalidad a la incertidumbre y el miedo, al encierro, a las precauciones. En muy poco tiempo nos dimos cuenta de lo valioso que teníamos. En otro tanto comprobaremos el valor de lo sencillo, de los detalles, de la familia, de la amistad, de convivir, de caminar, de estar en cualquier lugar, de observar a la gente y la vida cotidiana.
Deseo en el fondo de mi corazón que nos vaya bien, que no sepamos de enfermos y mucho menos muertes en nuestro entorno ni entre los mexicanos. Deseo que superemos pronto esta emergencia y que no sea irreversible el daño económico. Deseo que de todo esto emerjamos como una mejor sociedad, más humana y solidaria, más imbuida de valores y perspectiva ética. Deseo que aprendamos que la fuerza radica en cada uno y en la colectividad, que con datos y evidencias se puede hacer frente a lo que sea.
Recadito: no veo actuar a los representantes populares veracruzanos. Están perdidos.
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