El tiempo fluye sin freno, como un río inagotable, perceptible o no, despiertos o no. Somos conscientes de que el tiempo pasa, más por los cambios del día a la noche y los diferentes y cada vez más difusos climas; no tanto por su importancia y calidad en si. El tiempo tiene calendario y nos señala que ha concluido un año para iniciar otro; así llegamos al 2019. Cada quien sabe lo que ha vivido, de sus aciertos y errores, de sus metas cumplidas, de sus afectos sostenidos u olvidados, de su desarrollo humano, de sus grados de civilización y ciudadanía y, sobre todo, de sus saltos culturales. No siempre se nota que el tiempo pasa, con o por nosotros. Siendo un elemento no renovable significa que no hay retorno, lo hecho bien o mal queda en el pasado. Hay posibilidades de rectificar y superar errores pero no se debe perder de vista que nada será exactamente igual. El tiempo es vida, es madurez natural y social, son momentos normales, perdidos o más aprovechados. Obviamente nadie experimenta en cabeza ajena, hay experiencias a aprovechar pero sólo como indicadores, cada quien tiene que vivir para sentirlo, aprender y mejorar. No hay recetas perfectas, nada más líneas generales para vivir mejor y aspirar al logro del fin de la vida: ser felices.
Hace poco vi la entrevista a un connotado narcotraficante Colombiano (YouTube), quien platicaba desde una celda de sus peripecias en esa altamente destructiva actividad. En términos generales describía su labor y la reivindicaba como algo normal, sin embargo casi desfallecía al recordar a sus hijas y afirmaba que cambiaría su capital de doscientos millones de dólares por estar un día tranquilo con ellas. Este individuo todopoderoso terminaba mostrando su lado más humano y dejando en claro que es más importante lo ordinario de la vida que todo el dinero del mundo, que nada es superior a los sentimientos y la convivencia humana. Es tan obvio, está tan a la vista que no lo vemos o no le damos la importancia debida, que lo valioso y clave en la vida es lo común, lo normal, ordinario y sencillo; es tener un techo, convivir con los seres queridos, tener la conciencia tranquila, respetar al prójimo y hacer lo posible en la vida pública. En cambio, muy reforzado mediáticamente por algunos sectores de la sociedad, se cree por muchos que lo importante es el dinero y el poder, incluso conseguidos por medios oscuros.
El Año Nuevo ya en curso será un reto como siempre pero más complejo todavía en virtud del proyecto político del naciente gobierno federal encabezado por AMLO. Su rasgo principal es lo disruptivo en tanto surge de un abrumador apoyo electoral y tiene un claro mandato de cambios profundos. Se debe ser cauto y sensato a la hora de definirlo por lo que va mostrando, hay que darle tiempo para que cumpla sus ofertas y no desgastar un sano ejercicio de crítica con posturas viscerales; tiene la legitimidad suficiente y bono de esperanza como para que cuente con las condiciones necesarias para implementar su programa. Eso en lo general y con acento en el Presidente Obrador; otros criterios serán los utilizados para sus legisladores, su gabinete y autoridades locales. El riego real y casi a la vista en los gobernantes locales es que, sin visión y capacidad, que no se compra en la tienda, pueden llegar a ser un lastre para la consigna transformadora y terminar siendo de cuarta o quinta.
Se cambia de año pero no de ideales, principios y compromisos sociales. Las ideas básicas se mantienen intactas. Es muy secundario escudarse en siglas partidistas, cuando los partidos como tales y en lo general son meros membretes pragmáticos y electorales. Una ruta a explorar para la búsqueda de espacios políticos es la independiente, tan legitima como las otras pero más directa y libre. No es fácil en un contexto de ilegalidades, cultura clientelar (como se vista) y predominio de siglas partidistas. Pero abre una ventana a la oxigenación de la política y permite que los ciudadanos reales se anoten para ser elegidos. Entre la polarización de la deliberación pública y la demagogia es algo complicado abrirse paso como libres pensadores pues exige pensar. Es más sencillo simular posiciones y cargarse acriticamente de un lado o
del otro, del apoyo incondicional o de crítica destructiva. Lo nuevo y mucho más democrático está en las posturas independientes y de libre pensamiento.
Recadito: a lo visto, si cuenta en mucho la oriundez en los cargos municipales.
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