Uriel Flores Aguayo
Los partidos políticos son recientes en la historia de México. Había un partido de Estado
surgido de la revolución mexicana que derivó en el PRI, que se completaba con partidos
satélites (PPS, PARM, etc.); también existían partidos reales sin registro legal o con vida
testimonial (PCM y PAN). El PRI era también la Secretaría Electoral del Gobierno. De ser
de Estado pasó a hegemónico a raíz de la irrupción disidente de Cuauhtémoc Cárdenas y
Porfirio Muñoz Ledo, entre otros, en 1988. Nada fue igual a partir de esa convulsión electoral
y social. Poco a poco adquirió forma un sistema de partidos competitivo y plural. En 1997
el PRI perdió la mayoría en la Cámara Federal de Diputados y con el PRD la conducción
del entonces Distrito Federal; previamente había sido derrotado por el PAN en Baja
California. Después vinieron las alternancias de Fox y Calderón y el desafío de la izquierda
con Andrés Manuel López Obrador. El sistema de partidos se consolidó como un mosaico
de alternativas de participación política a la vez que, muy rápido, se volvió homogéneo en
prácticas antidemocráticas y se vació de ideologías.
Esa crisis del sistema de partidos, terminal para entonces, fue aprovechada por el liderazgo
de AMLO que adoptó el nombre de MORENA para su movimiento político. En forma
espectacular irrumpió en la elección federal del 2018 ganando la Presidencia de la
Republica, la mayoría en el Senado y los Diputados Federales, así como Gubernaturas,
Ayuntamientos y Congresos locales. Su labor partidaria consistió en hacer campañas, para
lo cual bastaba tener unas siglas y sumar simpatizantes y activistas. No tenían tiempo ni
necesidad de darse forma como partido político mientras solo buscaban votos. Ganaron
mucho poder pero siguen siendo un movimiento o unas siglas. No se han planteado tener
estructura, vida orgánica, liderazgos firmes y posicionamiento concretos y puntuales. No
tienen interés en eso. Deberían ser la estructura intermedia real entre el Presidente-lider y
sus bases sociales y electorales. No entran en ese esquema porque desde el poder
consideran que ya no es necesario.
Tanto poder en manos de buena fe o no pero inexpertas les está generando una gran
problemática de unidad, honradez y eficacia. En tiempo récord dan muestras de prematura
y acelerada descomposición, de ser idénticos a los partidos tradicionales. Viven una
auténtica borrachera de soberbia y alejamiento de la realidad y sus propósitos originales.
Viven en el río revuelto que les dé un sentido de pertenencia aunque negativo, que cesará
cuando el líder lo indique. Son de destacarse como muestras de baja política sus
confrontaciones públicas, sus jaloneos por los cargos, las denuncias mutuas de uso de
recursos públicos entre Legisladores y funcionarios, las prácticas de uso de programas
sociales y la compra de votos, como se evidenció en sus recientes llamadas asambleas
distritales. Tales encuentros ni de lejos cumplen con un mínimo de prácticas partidarias
básicas, como son la deliberación y la toma de posturas sobre las coyunturas municipales,
estatales y nacionales. No pasan de ser jornadas de registro y votación. Sus ambiciones
desbordadas tienen que ver con el tamaño del poder que heredaron, que a la inmensa
mayoría de ellos no les costó casi nada, su conformación oportunista "toma todo" y las
inercias permitidas por el poder real que las toma como válvulas de escape. Siendo más
que nada un membrete, donde no hay militancia ni derechos amplios, con una orden
superior todo volverá a la normalidad.
Siendo partido político con registro legal y receptor de prerrogativas públicas (mil
seiscientos millones este año), nuestro dinero, son sujeto obligado de nuestra opinión y
critica. Deberían rendir cuentas de forma más transparente y concreta; no en esos actos
proselitistas de sus legisladores disfrazados de informes de trabajo. Los partidos políticos
son entidades de interés público de acuerdo a la Constitución General de la Republica. Es
lamentable el primitivo espectáculo de Morena en Veracruz, donde consiguió posiciones
amplias, la Gubernatura entre ellas, y grandes cantidades de sufragios. Han dado muestras
de incompetencia y corrupción rápidamente. Le están fallando a quienes les dieron su
confianza. Para efectos prácticos son lo mismo o peores que el PRI en sus tiempos más
malos: no tienen ideas, son ambiciosos, soberbios y corruptos. Ni de lejos se les ve una
postura decente, confiable, ética y ajustada a sus mandamientos de no robar, no mentir y
no traicionar. En Veracruz hicieron polvo esos dichos de la retórica. No deben esperar votos
fáciles para lo que viene, se van a llevar sorpresas.
Recadito: lo más miserable del Gobierno Estatal está en las Secretarías de Educación y
Trabajo.
ufa.1959@gmail.com |
|