Uriel Flores Aguayo
No vamos por una ruta correcta en sentido democrático en términos cualitativos, con ambiente plural, tolerante y de diálogo. Parece que se va perdiendo la grandiosa oportunidad brindada por la elección presidencial reciente, con el triunfo avasallante de la coalición encabezada por el Andrés Manuel López Obrador. Con sus resultados prácticamente ha contado con todos los instrumentos y mecanismos para impulsar sin limitaciones su programa. No es de minimizar lo que ha hecho en programas sociales, en combate a la corrupción, en exigencia fiscal a ciertas élites y en su forma austera de gobernar. Sin embargo, al insistir en la preeminencia de su palabra y visión, en polarizar artificialmente y dedicar mucho tiempo a preparar las condiciones de la competencia electoral próxima, resta consensos y puentes con amplias capas y liderazgos de la sociedad. Sus emplazamientos a la añeja disyuntiva de "conmigo o contra mí" puede estrechar el espacio de libertad y precipitarnos a los que deberían ser evitables enfrentamientos. No hay que cansarse nunca de eludir esa trampa, conducirse en la práctica por rutas plurales e insistir un millón de veces en que el proyecto de la autollamada cuarta transformación no se pierda en la regresión y el autoritarismo.
Sin disminuir para nada las condiciones en que recibieron el poder, con los rezagos y malformaciones económicas, políticas e institucionales, sin perder de vista los abusos del capitalismo de cuates, de lo nocivo del otrora partido de Estado, de la fallida alternancia blanqui-azul y los mil candados oxidados que se fueron acumulando en todos los ámbitos de nuestro país, tampoco deben refugiarse en el pasado como pretexto o explicación para intentar justificar sus insuficiencias y errores. Ya están en el poder, ya son responsables de sus actos y deben asumir las consecuencias de sus decisiones. Sería un error grave, que iría contra un espíritu de cambio, que frustraría a buena parte de sus votantes, pero con afectaciones generales, si envuelven con propaganda y demagogia la narrativa de lo poco o mucho que hagan. Lo deseable sería ajustar cuentas con el pasado hasta un límite no mayor a unos meses más y dejar de utilizarlo como elemento divisor. Para efectos presupuestales y legislativos ya no tienen todo el tiempo disponible.
En un sexenio presidencial se someten a aprobación seis presupuestos federales, ya llevan dos y dentro de poco tendrán el tercero. Una vez aprobado por la Cámara de Diputados se aplica durante el año siguiente. Incluye las previsiones en gasto social, los compromisos irreductibles y hace pareja con los ingresos y la política económica. Puede sufrir ajuste a la baja o a la alta, dependiendo de variables como recaudación, crisis, precio del petróleo, etc.. La pandemia del Covid-19 ilustra lo que puede ser una coyuntura que replantea cualquier previsión presupuestal. El caso es que esta administración, la de las transformaciones y la regeneración, ya tuvo la oportunidad de elaborar dos presupuestos federales. Tales disposiciones económicas abarcan un poco más del treinta por ciento del sexenio en curso.
Si contamos el tiempo de las campañas del 2018, sin omitir los años del recorrido estoico y quijotesco de AMLO, y el posterior a las elecciones donde se alzó con un abrumador triunfo, estamos hablando de suficiente tiempo para los diagnósticos sobre los asuntos nacionales. Esos plazos supondrían conocimiento detallado de nuestros más grandes problemas y los preparativos de soluciones. Por tanto, es irrelevante remitirnos al pasado recurrentemente para justificar que algo se hace mal o no se hace. Es el caso de las condiciones de seguridad o de la salud, por ejemplo. En otra ocasión comentaré sobre el desastre de la seguridad en nuestro país. Sabían cómo estaban los hospitales, cómo andaba el abasto de
medicinas, los números del personal médico y, por tanto, las necesidades básicas. Pudo haber sido la gran prioridad el sistema de salud, con un presupuesto suficiente y enérgicas campañas de obras y formación médica. Ya les han tocado dos convocatorias para especialistas sin que abran los candados que limitan el acceso de miles de médicos mexicanos. El tiempo que tienen es más que suficiente para haber dado mantenimiento a los hospitales públicos y dotarlos de equipo. No hay razones claras para que eso no haya ocurrido. En el caso del Coronavirus dispusieron al menos con tres meses para prepararse, lo cual no se vio como tal, teniendo que improvisar espacios, compras y contrataciones. Lo de los médicos cubanos es una decisión política más que nada.
No es deseable que este Gobierno fracase; no, por que nos incluye en ese resultado y sería una falla de alcances históricos que se fuera a pique un proyecto que, al menos, tiene rasgos progresistas y de corte social. Si se hunde abre las puertas a cualquier aventura. Ese es el riesgo de estirar la liga solo por afanes de control y poder. A cada acción provocadora corresponderá una reacción del mismo nivel. Urge, nos conviene a todos, salirnos de la espiral de los enfrentamientos y las descalificaciones. Creo que carga con mayor responsabilidad el Presidente, por su investidura y su mandato.
Recadito: a seguir buscando algún cambio local. ufa.1959@gmail.com |
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