Al terminar la Segunda Guerra Mundial el continente europeo estaba devastado. Millones de personas habían muerto o se encontraban heridas; los centros industriales y residenciales en Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Polonia, Bélgica quedaron en escombros. La actividad agrícola se había visto interrumpida por los enfrentamientos, por consecuencia la hambruna se agudizaba.
El entonces presidente de Estados Unidos -1945-1953- Harry Truman, designó a George Marshall como Secretario de Estado, debido a su desempeño como jefe del Estado Mayor del Ejército durante la Segunda Guerra. Al gobierno norteamericano le preocupaba que Italia y toda Europa occidental eran considerados terreno fértil para inclinarse hacia el comunismo. Las tropas del Ejército Rojo estaban estacionadas en países de Europa centro-oriental y el comunismo tenía alternativa de expanderse.
Dentro del contexto histórico de la Guerra Fría -un enfrentamiento político, económico, social, militar, iniciado tras finalizar la II Guerra Mundial- surgió el Plan Marshall: un plan económico cuyo principal objetivo era posibilitar la reconstrucción de los países capitalistas. Fue un proyecto que todo los norteamericanos apoyaron, tanto republicanos como demócratas. Las posibilidades de expansión del comunismo representaban un serio peligro.
El general Marshall encabezó la planeación del Programa de Recuperación Europea que dio a conocer en una ceremonia de graduación en la Universidad de Harvard.
En septiembre de 1947, dos años después de que acabó la II Guerra Mundial, 16 naciones europeas firmaron su adhesión al Plan Marshall, la alianza occidental comenzó a tomar forma. Poco más de seis meses después el Congreso estadounidense autorizó cinco mil millones de dólares para el Plan Marshall, el tiempo apremiaba, era urgente mitigar las condiciones precarias en que se encontraban los países suscritos, básicamente alimentar a la población e impulsar la producción de alimentos.
Durante los cuatro años que duró el Plan Marshall EEUU distribuyó más de 13 mil 300 millones de dólares entre los 16 países. No se trató de que nuestro vecino país del norte hubiera hecho el papel del buen samaritano -el buen tío Sam-, era la enorme preocupación por el posible crecimiento comunista.
Hoy en día Estados Unidos vuelve a atender su intranquilidad, una vez más. De nueva cuenta pone en marcha un plan que de entrada le está resultando bien. Solo bastó que el presidente Trump pegara un ligero manotazo sobre el escritorio; fue suficiente subir un poco el tono de voz para obtener lo que deseaba, con la gran diferencia de que en esta ocasión lo planeado por Trump no le va a costar ni un penny a sus compatriotas Lo está costeando el Gobierno de México, más bien, los mexicanos.
El problema migratorio es en apariencia la punta del iceberg lo que preocupa a las autoridades norteamericanas, por lo que están presionando a México para acatar las ordenes y cumplan con la tarea encomendada. Parte de ese tema es prioritario también el terrorismo; pero principalmente, sobre todo, es de extrema preocupación para el gobierno estadounidense el curso que está tomando México, hacia dónde nos está encaminando la 4T, que todo se está complicando y el horizonte se ve sombrío. Sin descartar claro, la ruta hacia el comunismo.
La ilusión de los mexicanos puesta en la recien creada Guardia Nacional, que conforme transcurrieran los meses se iba a notar un avance -por mínimo que fuera- en combatir la violencia, ahora resulta que se convirtió en la Border Patrol.
Era imposible para los mexicanos imaginar el destino que tendrían los recursos producto de los recortes presupuestales en casi todas las áreas, recortes de sueldos de empleados y funcionarios de gobierno federal y estatales, despidos de personal, para que todo ese dinero sea entregado a los países centroamericanos, como si México registrara superávit, que no tuvieramos serios problemas de violencia e inseguridad, desempleo; graves deficiencias en el sector Salud: desabasto de medicamentos, insuficiente personal médico y de enfermería, falta de equipo médico. En los estados no hay obras en curso por ningun lado.
El Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica va a costar a los mexicanos cuando menos 25 mil millones de dólares. Y ya arrancaron. México va a garantizar mejores condiciones de vida a los centroamericanos, hizo saber el canciller "carnal Marcelo" Ebrard en entrevista con la agencia Efe.
Hace 72 años el entonces presidente estadounidense Truman hizo el encargo de rescatar Europa Occidental -evitar el riesgo del comunismo-, a alguien en quien sabía perfectamente que estaba lo suficiente capacitado y preparado: el general Marshall cumplió sus expectativas.
En aquella ocasión, como sucede en estos días con el presidente Trump, ambos mandatarios no se basaron en "lo que diga mi dedito", tampoco en lo que respondiera el "pueblo bueno y sabio"; "a ver levanten la mano los que estén de acuerdo... ahora bajenla... ahora suban la mano los que no estén de acuerdo". Por supuesto que no. Truman y Trump tuvieron la inteligencia y la sensatez para consultar, escuchar a verdaderos expertos para tomar decisiones.
Parece que el presidente López Obrador no entiende, o no quiere entender, que no se trata de un liderazgo burdo de un grupo, se trata de apropiarse de un liderazgo de nación. Tampoco se trata de hacer política de un movimiento llamado Morena, se trata de algo mucho más simple que se llama sentido común, responsabilidad. Se trata de cumplir a los mexicanos que lo hicieron presidente, de construir, no de destruir. Se trata de sumar, no de restar ni dividir.
Estados Unidos lleva a cabo un plan, una vez más. Esta vez no le va a costar ni un penny a sus ciudadanos. Le va a costar a los mexicanos.
rvazquez002@yahoo.com.mx |
|