El tzompantli de Tenochtitlán, una pequeña construcción formada por varios palos en la que contenían cráneos ensartados por las sienes, de hombres, pero también de mujeres y niños. Era el altar Azteca de sacrificios, el que en un día, y hallaron ciento treinta y seis mil calaveras en las vigas y gradas. La versión del cronista Francisco López de Gómara describía que el tzompantli correspondía a un altar en el que se ensartaban los cráneos de enemigos varones, para gloria de los dioses.
Existen diferentes interpretaciones de los historiadores en determinar el objetivo real que tuvo el tzompantli, ligado íntimamente al culto a la muerte. Los cronistas lo veían de esta forma, además de como una construcción en la que los nativos sacrificaban víctimas a los dioses. Pero también como “una reliquia de prisioneros de guerra”, como “un trofeo de guerra” o como “un lugar para el castigo de los condenados”. Conquistadores españoles vieron en su momento como un lugar sobre el cual ejercer el castigo. “Las horcas o las picotas se identifican en ocasiones como tzompantli”, determina la historiadora e investigadora Emilie Carreón Blaine. Y es que, para ellos exponer a los fallecidos tenía una clara función disuasoria.
El tzompantli que fue desenterrado en 2015 era uno de los ocho que se hallaban dentro del Templo Mayor de Tenochtitlán. El mismo que el historiador mexicano Alfredo López Austin definió: “El templo mayor de México según los informantes indígenas” como “el más elevado de todos los edificios del recinto”. Cada uno de estos lugares de culto estaba dedicado a una deidad concreta y, en él, se solían ubicar las cabezas de los sacrificados.
Pereciera que cinco siglos después el tzompantli continúa activo en la actual Tenochtitlán, en sentido peyorativo. Cada mañana, en la conferencia mañanera se sacrifican actores políticos y se glorifican otros; se cancelan exitosos programas de trabajo y se crean otros, nuevos e inciertos; se anulan proyectos viables, de suma importancia, y se proponen distintos carentes de factibilidad.
Si ya había causado y sigue provocando demasiado ruido la cancelación del programa de Estancias Infantiles, disposición considerada como la privación a un derecho social de gran valía para los pequeños, para las madres solteras, para los padres solteros, para los padres de familia, para estar en posibilidades de acceder al mercado laboral y/o estudiar. El reclamo continúa y sube de tono. Lo más sensato y conducente era que sancionaran a los responsables de los casos en los que se detectaron irregularidades, servidores públicos y encargados de las estancias de menores, en vez de “sacrificar” a 327 mil 854 niños, obvio, con su respectiva madre, padre, o padres. Aniquilan un programa transcendental que el 94 por ciento de los beneficiarios manifiestan estar satisfechos, porque contribuye a mejorar su calidad de vida familiar, al poder conservar un empleo y acceder a servicios para el cuidado y desarrollo de sus hijos.
El tzompantli cobra vigencia, con mayor rigor. El ritual de los sacrificios mañaneros se expande y afecta otros sectores, por desgracia los más necesitados, los más vulnerables. “Di a conocer hace dos días un memorándum, una circular para que no se transfieran recursos del Presupuesto a organizaciones sociales, a sindicatos, a organizaciones de la llamada sociedad civil, ONG, a asociaciones filantrópicas, ya nada de eso se va a permitir. El apoyo del Gobierno se va a entregar directamente a los beneficiarios” precisó el presidente López Obrador en la conferencia mañanera del pasado lunes.
Lo que posiblemente desconozca AMLO es que va afectar a millones de personas, otra vez, las más necesitadas y las más vulnerables, al negar el apoyo a organizaciones civiles que se han ocupado en crear albergues a enfermos de cáncer, de VIH, a espacios de ayuda contra las adicciones que cumplen un papel serio; a muchas otras más. Este tipo de ONG juega un papel determinante en nuestro país y en cualquier otro. El artículo 71 de la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU) reconoce dicho papel y hace un llamamiento a su Consejo Económico y Social para mantener vínculos directos con ellas e incluirlas en las consultas para la ejecución y desarrollo de proyectos sociales. Son entidades de carácter privado cuyos objetivos se orientan a la consecución de fines sociales y la cobertura de necesidades en espacios determinados, de carácter altruista y humanitario. No tienen ánimo de lucro, es decir, su objetivo, su misión y sus acciones están determinadas por una serie de valores sociales como la solidaridad, la cooperación o la ayuda humanitaria.
Las organizaciones de esta naturaleza que se conducen con estricto apego a sus objetivos son transparentes, realizan un ejercicio de rendición de cuentas de las que publican memorias o informes anuales del dinero que han recibido y cómo lo han aplicado; se someten a auditorías; aportan información en su página web sobre el trabajo que realizan; dan a conocer las principales acciones que ha llevado a cabo a lo largo del ejercicio e informan sobre la evolución de las cuentas.
Es necesario que el presidente Andrés Manuel se informe, visite y se percate personalmente de la extraordinaria y maravillosa labor humanitaria que se lleva a cabo en un albergue de ayuda a enfermos de cáncer, y el familiar que acompaña al paciente, por poner un ejemplo. La ayuda que reciben es de carácter de sobrevivencia; puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, porque si no existieran asociaciones humanitarias no podrían acudir al tratamiento, sería imposible.
Hospedaje, alimentación, medicamentos, estudios clínicos, pasajes a su lugar de origen que puede distar 400 kilómetros o más para acudir al lugar de tratamiento, apoyo psicológico y espiritual, son algunos de los beneficios que reciben personas en condiciones de pobreza y pobreza extrema. Un paciente y su familiar pueden tener necesidad de gastar dos mil pesos únicamente de pasaje de autobús para trasladarse a la ciudad en que recibe tratamiento. Ahora que si el paciente requiere estar de manera permanente dos, cuatro o seis meses en la ciudad en que recibe la atención médica, muy distante de su localidad, podemos tener una idea del gasto que esto representa.
Es injusto que las ONG plenamente identificadas por llevar a cabo una función humanitaria y por conducirse con total transparencia no puedan seguir apoyando o estén en posibilidades de ayudar a un mayor número de personas, de las más necesitadas, que por azares del destino enfrentan una enfermedad grave.
En el tzompantli del actual Tenochtitlán se corre el riesgo de que los sacrificios se incrementen, de personas de las más necesitadas, de las más vulnerables. Puede representar la diferencia entre la vida y la muerte. A ese grado.
rvazquez002@yahoo.com.mx |
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