Ahora resulta que eres la misma madre Teresa de Calcuta. Vaya. No tienes llenadera.
El hándicap electoral en curso, la lucha encarnizada por el poder, poder que además de mandar, va enfocado en administrar, controlar y disponer de miles de millones de pesos de los ciudadanos. He ahí el atractivo. Hay y habrá de todo: desde lo ya tradicional, hasta las sorpresas que se vaticina no habrán de faltar. La contienda subirá de tono con el paso de los días.
En el bombardeo promocional que circula en este momento en prensa, radio, televisión, medios digitales y redes sociales, con el afán de persuadir al electorado, son expresiones que causan risa; otras provocan nauseas. Son parte del envilecimiento de la política.
Ha quedado sepultado aquel paradigma emanado de los ideales políticos revolucionarios, perversidad heredada que advertía: “Hay que aprender a salir limpio de los asuntos sucios, y si es preciso, lavarse con agua sucia”. En la actualidad ese burdo y simple dicho populachero es un absurdo.
Los aspirantes a un cargo de elección popular arrastran un pesado lastre que durante décadas engendraron y nutrieron: la pérdida de credibilidad. Las imágenes en que aparecen los candidatos, de aparente humildad y preocupación por los demás, que circulan en esta temporada de campañas, la población las toma ya como parte de una escena teatral propia de cada temporada electoral.
En la descomposición política se alienta el despilfarro, sin tomar en cuenta las necesidades del elevado porcentaje de la población en condición de pobreza extrema. Sería demasiado pedir a los integrantes del Poder Legislativo que se encargaran de detener el derroche de recursos, o cuando menos tratar de regular y condicionar; cuando son los llamados “representantes populares” los primeros beneficiados de tal irregularidad. Del excesivo gasto en campañas, es un tema que merece ser abordado en otra ocasión.
“Sea diputado federal o senador y viaje por el mundo”, se lee en sentido de desapruebo. Ha habido temporadas en que la bancada panista es de las que más le ha pegado a los tours.
El turismo oficial desenfrenado, sin resultados ni beneficios para la población, representan únicamente días de paseo a otras naciones, con gasto excesivo. Sigue siendo todo un misterio, como ya lo comentamos, la supuesta participación de Alejandro Murat, gobernador de Oaxaca, en el Foro Económico Mundial sobre América Latina celebrado en Sao Paulo, Brasil, a mediados del mes pasado, en la que presentaría dos iniciativas: una sobre atención oportuna a desastres naturales y otra para el fortalecimiento de la bioeconomía, temas de los que no tiene nada de que presumir el mandatario oaxaqueño.
Dos semanas después del evento volvimos a buscar y por ningún lado se encontró registro de que en realidad hubiera presentado tales ponencias. Lo que sí es que efectivamente viajó a Brasil, porque la única gráfica que circuló es del gobernador Murat de pie en medio de dos hombres, teniendo como fondo el rotulo de la reunión. Fuera de esa foto no hay más.
A menos de tres meses de haber asumido el cargo de alcalde de Jalapa, fue muy criticado que Hipólito Rodríguez decidiera viajar a Argentina, cuando las necesidades y la problemática de la población requieren de toda la atención y dedicación, de optimizar recursos. El error del alcalde emanado de Morena fue haber regresado pateando la puerta y alborotando con la espada el avispero, como muestra de reproche por las descalificaciones que recibió de haber viajado al extremo sudamericano. Situación que fue bien aprovechada por un grupo social, que por lo informado, consiguió jugosos beneficios.
El argumento de los viajes, legislativos u oficiales, es que a su regreso los actores políticos ya traen en las maletas la solución a todos los problemas de sus gobernados o representados. Que era imprescindible viajar a determinada nación, anuncios que con el paso del tiempo se pierden en el olvido. Así ha sucedido con los famosos “hermanamientos” entre ciudades de distintos países. Puros disparates para turistear, para viajar en “business class”, o en primera, ni pensar en hacerlo en clase económica.
París, Londres, Tokio, Vancouver, son los destinos más solicitados por los “sacrificados” legisladores. Sin que se detenga, regule, condicione, autorice y califique el turismo oficial.
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