El cuadro es alarmante. La ola de violencia en la capital del país se ha vuelto incontrolable. Los hechos sangrientos que únicamente se veían en entidades como Tamaulipas, Sinaloa, Veracruz Guerrero, Michoacán, han venido a más en la antigua Tenochtitlan. Cuerpos colgados en puentes, otros decapitados, la mayoría con narcomensajes pegados al cuerpo, ejecuciones de todo tipo y por doquier, son imágenes espeluznantes. No hay nada ni nadie que detenga al crimen organizado en el centro del país.
Autoridades responsables en algunas delegaciones en la Ciudad de México pasaron del tiempo completo electoral, a la luna de miel; es decir, centrados y ocupados en escoger qué cargo del gobierno federal les va a resultar más redituable. Lo extremadamente delicado es que por el tamaño de lo que antes fue el Distrito Federal, conforme siga creciendo y expandiéndose la violencia desatada, va a costar más trabajo detenerla y erradicarla.
En lo que llega el momento y empiezan a suministrar amor a la delincuencia organizada, la crisis de violencia va en aumento. Mientras se preparan y se llevan a cabo los foros de consulta para concretar una estrategia de seguridad para la nación, México se consolida por segundo año consecutivo como el segundo país donde más periodistas son asesinados, justo después de Siria. Este lunes fue ejecutado el periodista Luis Pérez García, director de la Revista “Encuesta de hoy” y miembro de la Asociación Nacional de Locutores de México. El periodista tenía más de 80 años y fue ultimado en su casa, en Iztapalapa, en la Ciudad de México. Nueve informadores han sido asesinados en el país en lo que va de 2018.
“Yo voy a conseguir la paz, ese es mi compromiso, voy a conseguir la paz y voy a terminar con la guerra… A mitad del sexenio ya no hay guerra, y vamos ya a tener una situación totalmente distinta”, dijo en enero pasado el entonces candidato a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador. AMLO señaló que con su estrategia “en muy poco tiempo” comenzarán a reducirse los índices delictivos.
¿Qué no se supone que ya tenía en sus manos la solución a la violencia e inseguridad y fue esa una de las razones por las que el electorado le depositó su confianza?
La próxima semana comienzan los llamados Foros por la paz en todo el país. "En este tema no hay censura, tenemos que hablar con absoluta libertad sin cortapisas, para buscar una solución al grave problema de la inseguridad y la violencia”, puntualizó López Obrador.
Si los foros se llevan a cabo con absoluta libertad como ofrece el presidente electo, lo que ahí se escuche va a cimbrar al país. Autoridades policiales, de procuración de justicia, alcaldes y posiblemente hasta gobernadores podrían ser señalados de estar coludidos con la delincuencia organizada.
En esa nueva modalidad de que unos temas se pongan en la mesa de discusión para tomar en cuenta opiniones, pero otros no, que no se considere lo que piensa la gente.
En ese mar de confusión e imprecisión de hasta qué punto es conveniente o no la descentralización de las dependencias federales. Que la gente, incluidos verdaderos expertos en el tema expresaran estar de acuerdo o no, en que algunas dependencias las van a mandar por el rumbo del rancho de AMLO.
Qué se pudiera pensar que hubiera opinado un modesto productor del campo, chiapaneco, oaxaqueño, veracruzano, para no ir más lejos, acerca de que en un futuro tendrá que trasladarse hasta Ciudad Obregón, Sonora, para hacer una gestión, llámese aclaración, reclamo o de cualquier otro tipo.
Ahora que si les hubieran preguntado a los cientos de miles de empleados del gobierno federal, jefes de familia, relativo a que su lugar de residencia ya no será la Ciudad de México, donde nacieron, crecieron, estudiaron y consolidaron su lugar de trabajo, y que ahora vivirán y trabajarán, si así lo deciden, a mil 700 kilómetros de distancia, localidades en las que tendrán que soportar temperaturas extremas a las que no están acostumbrados. ¿Qué hubieran respondido?
Unos consultados, otros ignorados.
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