A nuestros amables lectores, con los sinceros deseos de bienestar en todos sentidos en el año que inició.
El evento tradicional del seis de enero en el puerto jarocho pasó a la historia, no es que se trate de la presencia de los Reyes Magos, no. En el escenario político, sin la menor duda, un “Tehuacán” abierto la pasada Noche Buena tiene más fuerza que la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Veracruz. La raquítica organización despertó inquietud en el Altiplano, lo que condujo a dar por cancelado el evento de celebración de la Ley Agraria en el puerto, para que a partir de esta fecha se lleve a cabo en la “Casa del Agrarista”, ubicada en la delegación Cuauhtémoc, en la CDMX.
La preocupación en el altiplano surgió al advertir que la Confederación Nacional Campesina en territorio veracruzano carece de cabeza, tampoco tiene cuerpo, por lo tanto, no garantiza una cantidad considerable de votos a quienes habrán de contender en las urnas por el partido tricolor el próximo 1 de julio.
No le creen al líder “campesino”, Juan Carlos Molina Palacios, acaudalado ganadero, parte del extenso clan de nuevos millonarios, de los más beneficiados durante el fidelato y el duartazo, al pretender garantizarles cientos de miles de votos.
En el centro no quieren verse comprometidos, ni arriesgarse a concederle la candidatura al Senado. Lo mismo está sucediendo con las “Barbies” y “Reinis”.
El panorama político es complejo en la entidad. No hay aspirante a la gubernatura que pueda sentirse seguro, pensar que ya tiene en la bolsa la silla de mayor peso de la calle Enríquez es un error; contemplarlo de esa manera es aventurado, el exceso de confianza puede llevar al fracaso a quien se atreva a considerarse desde este momento como el próximo mandatario estatal, sin tener en cuenta el perturbado entorno y tomar con cautela el enmarañado al que se enfrentan.
Tres son los pretendientes a gobernar, con mayores posibilidades de triunfo, hasta estos momentos: Miguel Ángel Yunes Márquez, por la Alianza PAN-PRD; Cuitláhuac García Jiménez, por el partido propiedad de Andrés Manuel López Obrador, Morena, y José Yunes Zorrilla, por el partido tricolor.
Ya desde este momento, en mayor grado durante las campañas, los tres están expuestos a tener que desafiar deslealtades, traiciones bastante bien cotizadas y pagadas, felonías por parte de actores políticos de diferente nivel.
El fenómeno se ha venido presentando desde el proceso electoral pasado y antepasado. La siguiente no será la excepción, al contrario, será recargado.
Habrá quien le apueste a dos candidatos, aunque no faltarán los que por asegurar su futuro de permanecer pegados a la ubre presupuestal, se la jugarán por los tres aspirantes. Son los que no están dispuestos a correr el riesgo de quedarse fuera de los beneficios del poder.
Llevarán y traerán información de valor, o simplemente chismes viles de un lugar a otro con tal de quedar bien, al no poder aportar algo que valga la pena en favor del candidato. Otros más se encargarán de crear conflictos, esa será su encomienda. Son las deslealtades humanas en política, que contamina cualquier espacio; es el aprovechamiento de las situaciones críticas en busca del beneficio partidista, de grupo, o personal.
En la historia de México han figurado personajes desleales, han existido en todas las épocas, desde la “conquista”, pasando por la Guerra de Independencia, la Revolución Mexicana. En las llamadas “Batallas Históricas” nunca faltaron los traidores; lo mismo ocurre en las contiendas electorales de la actualidad.
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