Las carnavalescas campañas electorales en México se dividen en dos partes: la primera, llamada precampaña, caracterizada por una relativa mesura entre aspirantes a un cargo de elección popular; la segunda parte llamada propiamente campaña, definida por: “Ahora sí, a darse con todo. Sin límite de gastos”. La condición que impone el réferi electoral es para los medios de comunicación, se deben apegar al manual que emitió el INE, consistente en utilizar palabras “políticamente correctas”, que no “discriminen” y que sean “incluyentes”. ¡Cuidado con decir: “los ciudadanos”, o “los vecinos”! Porque estarían causando un enorme daño a la población; en lugar de eso, se debe poner: “la ciudadanía” y “la vecindad”. Algo así como la del Chavo. Cuando creíamos que lo más grave que se padecía era la pobreza legislativa, nos damos cuenta que hay otras iguales, o peores.
En serio que la descomposición de la clase política en este país es interminable; repleta de contradicciones e incoherencias, en cualquier color, ajenas a la realidad y distantes a colocar las bases para un mejor porvenir, son preocupantes en extremo.
“La ciudadanía” –por aquello de no correr el riesgo de una fuerte sanción por parte del INE- no alcanza a percibir una pequeña luz de esperanza de una posible profunda transformación, en que “la vecindad” de cualquier rincón mexicano, mejor dicho, región de México –perdón-, llegue a tener en verdad mejores condiciones de vida.
Las propuestas generalizadas de “combatir la corrupción”, son tan débiles y carentes de sustento que se escuchan como si se estuviera planteando el compromiso de cambiarle el nombre a algunas calles.
“Actuaré como presidente de la República con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada, voy a acabar con la corrupción”, dijo “ya te imaginarás quién” en el evento de toma de protesta como candidato de Morena.
El misterio radica en cómo le va a hacer con todos los compromisos que está adquiriendo López Obrador, para poder llegar a cumplir “promover el desarrollo de México, va a haber crecimiento, va a haber empleo, darle paz y tranquilidad a los mexicanos”.
En caso de alcanzar su objetivo, qué va a hacer con los actores políticos señalados de ser verdaderos delincuentes, los que le habrían dado su apoyo.
Dentro de las más recientes “joyitas” adquiridas por AMLO se encuentra Napoleón Gómez Urrutia, dirigente del sindicato minero. “El Napito” tiene 12 años de vivir en Canadá; la Interpol emitió una ficha roja para detenerlo, acusado por fraude de 55 millones de dólares, dinero que pertenecía a los trabajadores mineros. López Obrador ya lo etiquetó como un perseguido político en el exilio; forma parte de la lista de candidatos plurinominales de Morena para una senaduría.
Son demasiados los aliados de Morena con negros antecedentes y colmillo retorcido, como para que pueda controlarlos, incluso “con terquedad, con necedad y perseverancia” va a estar sumamente difícil. ¿Será acaso que con sólo tocarlos los va a convertir en gente de bien?
Al candidato blanquiazul Ricardo Anaya, además de crecerle los enanos, se lanzan a otros brazos más cálidos, que les garantice futuro político y económico. “Hay un mejor mañana con Andrés Manuel”, aseguró Germán Martínez, ex presidente nacional del PAN. Javier Corral, gobernador de Chihuahua, rompió igual con la dirigencia nacional del PAN y con el precandidato presidencial de ese partido, por no estar de acuerdo con la lista de candidaturas al Senado por representación proporcional. Acusa a Anaya de simulación política.
En el Altiplano la cúpula priísta no comprende que a José Antonio Meade le está costando mucho trabajo entrar en el ánimo del electorado; que hay personajes non gratos, actores políticos completamente desprestigiados a los que la gente aborrece; muy activos para ofrecer un supuesto capital político inexistente.
Carlos Romero Deshamps, dirigente del Sindicato Petrolero es un ejemplo, cuya fortuna económica se calcula muy superior a la de “El Napito” Gómez Urrutia: Permiten los del tricolor que se balconee, como si los trabajadores petroleros lo obedecieran, aparente liderazgo que en la actualidad es un auténtico mito.
Los del Revolucionario Institucional no comprenden que a los veracruzanos les dolió bastante 12 años de indiferencia y abandono. Los sensatos de ese partido no se explican quién pudo haber traído a Romero y exhibirlo como orgullo tricolor, cuando los distritos electorales en las regiones petroleras en la entidad pasaron por completo a formar parte de corrientes políticas de oposición. A menos de que haya sido a propósito. Ya no se sabe.
El 30 de marzo es el arranque de las campañas – el inicio oficial-. Vamos bien y viene lo mejor, decía “El Tío”, siniestro veracruzano, que en el aparente silencio y discreción algo debe estar tramando, y no precisamente en beneficio de los veracruzanos.
Se aproxima la guerra sucia en todo su esplendor.
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