En el ambiente en que se desarrolla la sociedad actual en nuestro país, plagado de corrupción, impunidad, violencia, inseguridad, ambición desenfrenada; con una economía polarizada en extremo, con la aparición de falsos mesías que prometen que con el simple hecho de llegar a portar la banda presidencial y extender su mano van a desaparecer todos los males que aquejan a México. En ese contexto indeseable para la población, prevalece la cara opuesta: la gente productiva que da su mejor esfuerzo, la que de una u otra forma con su desempeño, desde cualquier trinchera, desde la más modesta, hacen aportes sumamente valiosos. Más allá de esto, en el extremo del bien, se encuentran los dedicados a verdaderamente servir a los demás.
En una entrega de esta columna, titulada: “Sensibilidad, contrario a la indolencia”, publicada en este espacio con fecha 2 de noviembre de 2014, comentamos:
“Cumplir sesenta años de actividad sacerdotal no debe ser nada fácil, más aun cuando durante todo esos años se ha logrado ganar respeto, reconocimiento y admiración; habiendo cultivado y acumulado, aparte de sabiduría común, el otro tipo de sabiduría, proveniente de la Divinidad, Don que pocos obtienen por la gracia de Dios. Eso es lo que ha sucedido con don Sergio Obeso Rivera, Arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Xalapa.
Don Sergio, sigue siendo reconocido -lo hemos hecho en este espacio- como un hombre sabio y sensible; un auténtico siervo de Dios, admirado por la grey Católica y por la comunidad sacerdotal por su extraordinario servicio al Creador, a quien el Papa Francisco envió una emotiva felicitación en la que le expresó; “Que esa gozosa celebración sea un impulso en su camino hacia la santidad, como testigo fiel de Cristo y mensajero valiente del Evangelio”.
Esto nos lleva a concluir que el nombramiento que acaba de otorgar el Papa Francisco a don Sergio Obeso como Cardenal, no es fortuito. Es un reconocimiento a su entrega por conducirse como un auténtico siervo de Dios; a su esfuerzo, a su sencillez y a la vida plena sacerdotal.
Podría pasar por inadvertido el hecho de ver a don Sergio conducir su “vochito”, como cualquier austero ciudadano, mas esto representa tan solo una pequeña muestra de su extraordinaria humildad en su persona.
Las reflexiones sapienciales de Obeso Rivera son realmente admirables. La sabiduría divina que posee, no es la simple inteligencia o la habilidad práctica, sino más bien la participación en la mente misma de Dios.
No se trata sencillamente de sabiduría humana, fruto del conocimiento y de la experiencia. La sapiencia divina es la gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios. Es ver el mundo, ver las situaciones, las ocasiones, los problemas, todo, absolutamente todo, el trato al prójimo, con los ojos de Dios. Don Sergio buscó ese privilegio y le fue concedido por el Creador; lo cultivó y lo ha conservado.
La comunidad católica veracruzana está de fiesta, con sobrada razón. Don Sergio Obeso es el primer sacerdote veracruzano que se hace acreedor a formar parte del Colegio Cardenalicio.
La sabiduría divina no es para todos. No por el hecho de ser sacerdote en automático se les concede ese don; tienen que pedirlo y ganárselo. Tampoco es exclusivo del clero.
A cuántos actores políticos les haría bien ser poseedores de una molécula de sabiduría divina. Otra cosa sería de este país.
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