De entrada, hay que precisar que es indispensable considerar, analizar y decidir siempre, sobre las finanzas públicas.
Imprescindible considerarlo tema prioritario y someterlo, a verdaderas y auténticas actividades de transparencia, acceso a la información pública y rendición de cuentas, así como asegurar en forma permanente en cada caso, seguimiento, control y fiscalización. Todo ello, con una garantizada participación, evaluación y Contraloría ciudadana y social.
Dígase lo que se diga, la deuda pública aumenta y se debe más y más.
El colmo, es la obstinación enfermiza de negar la realidad, aunque se pruebe y compruebe que crece y crece el tamaño del daño.
Una y otra vez, los vemos intentar ocultar lo inocultable y negar que sigue aumentando lo que se debe. Simulación, distracción y encubrimiento pretenden ignorar o minimizar una realidad que ya pesa demasiado, tan solo el ámbito federal para 2022, en deuda pública financiera se habla de un monto aproximado de 14 billones de pesos, hay que actualizar y analizar los ámbitos estatal y municipal, así como lo correspondiente a organismos descentralizados, como PEMEX Y CEFE, que ya son un escándalo.
El problema es que el daño no se detiene, de presupuesto en presupuesto, en muchas formas se constata, la existencia de una mala y peor administración pública, una y otra vez recurren a lo usual: gastar de más, caer en déficit, pedir prestado, endeudarse más e insistir en incrementar la deuda pública.
Vieja actitud heredada por costumbre de una mala práctica, de “patear el bote”, de pasar el problema a otros que vienen, a los que integran futuras generaciones, en particular los que todavía no nacen, pero que ya deben, que ya están endeudados de por vida.
Para tener presente y dar su importancia a la persistencia del daño, se podría empezar, con señalar algo de lo que se ha vuelto costumbre y forma de ocultar y distraer, esto es no decir y hacer público cuál es el verdadero tamaño del daño. ¿Cuál es el total-total de todo lo que se debe, a que plazos y costos, y su composición?
Hay que señalar también que, para distraer y no resaltar la verdadera magnitud del problema, es costumbre referirse a ella y supuestamente medirla comparándola con otra variable, también en crecimiento. Incluso, es frecuente recurrir a comparaciones y referencias, como el porcentaje del presupuesto o del PIB, con otro deudor parecido o incluso, compararla con cualquier otro tema.
Lo cierto es que la deuda no sólo está afectando el crecimiento económico y al gobierno federal, sino lo que también es importante, es que está afectando las débiles y quebradas administraciones gubernamentales tanto municipales como estatales.
La deuda pública total es lo que está caracterizando y haciendo a los malos gobiernos, peores.
Del mañana te pago, hemos pasado al sistema de “paguitos”. Excepciones aparte, no hay dependencia y municipio que no deba o que no esté endeudado.
Permítaseme decirlo de otra forma, breve y directo:
Primero: el excesivo e imparable endeudamiento, ocasiona limitaciones, sacrificios y cancelaciones, ya que el resultado es que para atender las prioritarias necesidades sociales y los urgentes problemas de la población no hay recursos, pues se acabó el presupuesto.
Eso sí, también debe decirse, que en muchos casos se endeuda para auto atenderse, para favorecer a los que administran los recursos públicos; para ellos, usualmente no hay problema y sigue el gastadero, incluido lo destinado para la autopromoción, para beneficiar a los cuates socios y cómplices. Tampoco hay austeridad para los espectáculos, que cuentan en muchas formas con el apoyo forzoso de empleados gubernamentales,
Segundo, endeudar y renegociar la deuda pública esconde utilidades y beneficios, para quienes manejan trámites y negociaciones de nuevas reestructuraciones.
Y tercero, abierto el juego poco o nada importa que a las futuras generaciones se les obligue y nazcan endeudados, debiendo algo que no pidieron ni se beneficiaron con ello.
Por eso es necesario insistir e insistir. Vemos lo que se nos enseñó a ver. Ciegos, sordos y mudos ignoramos, en todo o en parte, una realidad que se repite ante nuestra insensible, limitada y enajenada percepción. Pero la culpa no es de la realidad. La responsabilidad es nuestra que, en la mayoría de los casos, ignoramos y desatendemos los problemas, deformamos y manipulamos sus signos, lenguajes y mensajes que nos están diciendo, de muchas formas, que el o los problemas al no atenderse no se resuelven y, más bien, se complican y crecen, hasta desbordarse y rebasar los conocidos y acostumbrados límites de presencia o tolerancia, hasta convertirse en inocultable e imparable reclamo y justificada inconformidad social.
Todo asunto público exige información y comprensión amplias y permanentes, para su correcto y actual entendimiento y atención. Inadmisible ignorar o minimizar, desentender o desaprovechar sus potencialidades y oportunidades, presentes y futuras.
No es, ni debe ser posible, aceptar y permitir que quienes asuman las responsabilidades y obligaciones gubernamentales o públicas, desconozcan, ignoren o no entiendan su realidad y lo que sucede, ni sus causas y consecuencias, como el agravamiento y ampliación de problemas y conflictos sociales, prioritarios que atender y resolver.
En México, en deuda pública, el que la hace no la paga.
-Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH |
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