Por Rafael Arias Hernández.
La nueva realidad, afecta la educación y agrava su situación.
Como siempre, la analiza y enfrenta, para aprovecharla y mejorarla, porque le determina y afecta; y, a la vez, contribuye a sostenerla y transformarla. Consolidar y mejorar es uno de sus retos.
A los viejos y persistentes problemas, ahora se suman los ocasionados por las crisis presentes; como la económica, de finanzas públicas, salud, seguridad y otras.
Saber saber, aprender aprender, atender entender, explorar investigar, crear innovar, promover aplicar, y más, son atributos del interminable proceso del conocimiento social, siempre en aumento.
De los muchos comentarios que estos temas originan y motivan, vale la pena centrar la atención en uno de ellos: la singular oportunidad de cambiar o reorientar, lo que está cambiando.
El dilema es muy simple: continuar repitiendo lo que por costumbre se impone, para resignarse y conformarse; o bien, intentar en verdad, definir y asegurar el futuro inmediato, y aprovechar al máximo el esfuerzo que se debe realizar.
Bien se sabe que hacer o dejar de hacer tiene sus consecuencias.
La educación superior, no se escapa a esta múltiple afectación que la debilita, condiciona y limita, como servicio individual y social básico e imprescindible, para el desarrollo humano. Ni a la oportunidad de conocer, afectar y orientar el cambio.
A su sistema pertenecen las conocidas 44 universidades públicas federales y estatales, cuya cobertura, respecto al crecimiento o desarrollo general, se ha venido reduciendo o estancando, al atender un porcentaje cada vez menor del total, de la población demandante de este tipo de educación.
En el país, actualmente se habla de casi 5 millones de alumnos de licenciatura y casi 500 mil de posgrado; y también, que ellas siguen rechazando, casi 7 de cada diez jóvenes que solicitan incorporarse.
Disminución porcentual en cobertura, en buena medida determinada (sobre todo en el pasado), por la influencia de la predominante idea de educación selectiva y de admisión limitada, que ocasionó por mucho tiempo, la presencia de pocas y centralizadas instituciones encargadas.
Reconocimiento aparte, a la creciente y complicada aparición e incorporación, de otras formas de educación superior, que brindan el servicio, como institutos tecnológicos, normales, universidades tecnológicas, politécnicas, interculturales, pedagógicas, las públicas estatales con apoyo solidario, y otras más; y , desde luego, a la presencia e influencia de las formas particulares o privadas.
Cobertura todavía insuficiente o limitada, ante la injustificada y deleznable tradición de rechazar y negar la educación universitaria a muchas generaciones, a miles y miles de jóvenes que pudieron cambiar y mejorar sus vidas, con más y mejor conocimiento, en su responsabilidad y práctica profesional.
Al respecto, se debe insistir y tenerse presente, que han prevalecido, imposiciones y confusiones, incomprensiones y rechazos; y también, que la Universidad Pública han recibido, desde siempre, limitados recursos públicos y apoyos gubernamentales. No menos cierto es que, rechazar e impedir el acceso a la educación superior, también ha conformado actitudes y hasta situaciones de aprovechamiento, beneficios y ventajas para algunos.
Además, no más pretextos o justificaciones, porque la educación superior es ahora un derecho constitucional de todos y gratuito.
La oportunidad de cambiar debe aprovecharse, hay que pensar y actuar por los jóvenes presentes y ausentes, de aquí y de todas partes, de ayer y de siempre. Razón de vida y causa suficiente para no claudicar ante las injusticias y la falta de oportunidades que padecen.
Los rechazados, negados, “ninis”, “nonos”, indignados, “prole”, aborígenes, marginados o discriminados, y todo aquel excluido en el presente y negado en su futuro, son y deben ser, motivo y razón suficiente para sostener la causa, mantener la llama, remontar el vuelo de lo mejor del sentido universitario por ser humano. Por ser, no parecer.
El sentido individual, es a la vez un ineludible compromiso social.
ACTUALIZAR Y FORTALECER INSTITUCIONES
Mejorar y ampliar la capacidad de la organización, es asunto prioritario de análisis, dialogo y debate permanentes. De tal forma, que debe abordarse, el relacionado con las estructuras gubernamentales (como las de la educación), que desde antes de las crisis que ahora padecemos, ya muchas se caracterizaban, tanto de insuficiencia de recursos o mala administración interna, como de uso y abuso, de quienes las representan, dirigen y administran.
Abundan pruebas de desorganización, improvisación, incapacidad y, desde luego, de corrupción y delincuencia; determinantes causas del deterioro o quiebra de órganos, instituciones y dependencias oficiales.
Así de simple, sobran subterfugios y pretextos internos para eludir y abandonar responsabilidades; o razones y justificaciones externas, para abandonar o dejar de apoyar estructuras y funciones institucionales. En una u otra forma, crece la involución y destrucción de la capacidad de respuesta de instituciones y dependencias públicas.
Al lamentable hecho de debilitamiento institucional interno, debe considerarse y sumarse la notoria agresión que la crisis presupuestal oficial causa. A la opacidad se suma la rapacidad, de la magia de desaparecer recursos públicos.
De ahí, que la Universidad Pública, en su evolución y presencia, correspondiente a sus diversas formas y contextos regionales, sea blanco de enemigos externos e internos, que en muchas formas, la debilitan e intentan convertirla en costosa e inviable.
Abundan alertas sobre casos urgentes de atender. Universidades destinadas a suspender actividades y afectar derechos universitarios, empezando por los laborales, debido a la suspensión de pagos.
Al respecto. Sobresale, dialogo y conciliación entre autoridades gubernamentales federales, en el tema presupuestal. Así, el pasado 3 de septiembre, la XX Asamblea General Ordinaria, la confederación nacional CONTU, “representante de la mayoría de organizaciones de trabajadores universitarios del país, acordó poner sobre la mesa el déficit presupuestario que arrastran una decena de universidades públicas estatales, las cuales no podrán enfrentar el pago de la nómina en los últimos meses el año”.
En fin. Preciso insistir que las instituciones, son vitales. De ahí, la trascendencia de actualizar, mejorar y fortalecer su funcionamiento y alcances.
Temas que toda Universidad Pública debe abordar, revisar y analizar. Sobre todo frente a una realidad que ya cambio y cambia, transformándose incluso en oportunidad. Seguiremos.
-Academico.IIESESUV @RafaelAriasH, Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH
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