Por Rafael Arias Hernández. 
  
 Cientos o miles de millones de pesos perdidos, subejercidos, ocultados o desaparecidos; y, a la vez, creciente deuda pública. Opacidad asegura rapacidad. 
  
 Del delincuencial subejercicio y la devolución amañada, para asegurar que sobraron recursos, se pasa al anuncio y casi festejo, de pedir prestado para concluir el año. Viejo, injustificado y jugoso negocio de programar o provocar, la gestión y reestructuración de la deuda pública. ¿Quiénes ganan al hacerlo o rehacerlo? 
  
 Como ya se sabe y padece. Demasiados incapaces y parásitos, a cargo de la economía y de las finanzas públicas. 
  
 Pocos muy pocos hacen su trabajo, cumplen y obtienen logros y avances. Hay que identificarlos y reconocerles; y, sobre todo, distinguirlos de los otros, los ineficientes, malhechores y rufianes, viejos y nuevos. 
  
 ¿Hasta cuándo y hasta cuanto se deben soportar, costosas y peores consecuencias? 
  
 Magos que aparecen y desaparecen los recursos públicos. Simuladores que hacen ver lo que no se hace. Y el colmo, los caros y crecientes fiscalizadores, contralores y supervisores que, en común, funcionan como encubridores que ocultan todo, desde lo que se hace mal, o no se hace, hasta la malversación y el fraude; incluso, con frecuencia, justifican lo que se saquea y obtiene, indebida e ilegalmente de los presupuestos oficiales.. 
  
 Unos y otros son, a fin de cuentas, simples cómplices o complacientes; o bien, hasta responsables y culpables, ineficientes y delincuentes. 
  
 Olvidan, marginan, minimizan y menosprecian, la importancia del seguimiento y control del presupuesto y el gasto gubernamental. Entretienen y encubren, para no garantizar el correcto y puntual seguimiento y control de los recursos públicos. 
  
 Hasta que la situación se vuelve insostenible; hasta que se prueba y comprueba que es vital y determinante reaccionar y responder, para asegurar tanto estabilidad y paz social, como el buen funcionamiento del gobierno y de la economía, y así garantizar la oportuna y suficiente atención, al abastecimiento de servicios públicos básicos y la satisfacción de necesidades sociales básicas. 
  
 Y la lección se repite y repite, pero no se aprende ni cambia. 
  
 Organizar y administrar no es suficiente, imprescindible fiscalizar y evaluar, para consolidar y avanzar, y así sostener el esfuerzo, al poder retroalimentar y planear. 
  
 No más supervisión arreglada, ni fiscalización de encubrimiento. Nada de supervisores a modo, ni contralores carnales, disfrazados de presuntos expertos o verdaderos artesanos del ocultamiento. No a los costosos órganos de simulación superior, o de sistemas anticorrupción del entretenimiento, que solo distraen y entretienen, para ofrecen pocos o nulos resultados; 
  
 INEPTITUD Y CORRUPCIÓN, INEFICIENCIA Y DELINCUENCIA GUBERNAMENTAL. 
  
 Y la historia se repite; cuento de nunca acabar. Derecho social negado, deber gubernamental incumplido. 
  
 ¿Somos o nos hacemos? 
  
 Probado y comprobado, que respecto a gobernantes, funcionarios y servidores públicos, se sostiene y padece a innumerables vividores o irresponsables, transformados en culpables; a parásitos y vividores, transmutados en desvergonzados y saqueadores; y también, a supuestos fiscalizadores, convertidos en simuladores y encubridores. Todos y más, con cargo al presupuesto oficial 
  
 No aprendemos, ni resolvemos, lo que desde siempre padecemos. Urge entender que lo primero es lo primero. Antes, durante y después, imprescindible estar al tanto de que se hace con los recursos públicos. 
  
 Indispensable, saber siempre: ¿cuánto, y para qué?, ¿propósito y destino? Y, desde luego, tener claro, quién ejerce los recursos públicos y cómo lo hace. 
  
 Imposible hacer algo, para evitar pérdidas y daños, si se ignora o se oculta información y no hay interés en el seguimiento, control y evaluación permanente. Una vez más, la opacidad es la madre de la rapacidad. 
  
 Inaceptable, que en Finanzas Públicas y en Fiscalización, presuntos responsables, prófugos eventuales y delincuentes potenciales, anuncien mentiras, distractores y medias verdades sobre la situación financiera y presupuestal gubernamental. 
  
 ¿Subejercicio y endeudamiento en aumento? ¿Hay ahorros, cuando se prohíbe ejercer el gasto para atender necesidades básicas de la población? ¿Déficit mayor en finanzas sanas? ¿Bajos sueldos y mayores riquezas personales inocultables? 
  
 PRESUPUESTO Y NO PODER LEGISLATIVO 
  
 Con la novedad que quienes aprueban las leyes y deben ser ejemplo de su observación y aplicación, no cumplen sus deberes, ni ejercen todas sus atribuciones; no cumplen y más bien, ante otros poderes, órganos autónomos y dependencias oficiales, hacen como que hacen, ocultan, encubren, simulan y fomentan ineficiencia y delincuencia en los gobiernos. 
  
 En pocas palabras, también forman parte del sistema de impunidad imperante, que propicia y sostiene a ineptos y corruptos, ineficientes y delincuentes, pues el mismo poder legislativo federal y estatal, es ejemplo de no cumplir ni hacer cumplir las normas correspondientes. 
  
 Las preguntas inundan el ambiente. ¿Y la transparencia y rendición de cuentas oportuna y permanente, que todos deben cumplir? 
  
 ¿Cuál seguimiento y control presupuestal? ¿Cuál fiscalización y evaluación pública? ¿Qué de las leyes presupuestales y financieras? 
  
 Demasiados ejemplos, permiten asegurar: que en verdad, los legisladores, como muchos otros servidores, no son transparentes, no informan, no rinden cuentas; tampoco evalúan, ni fiscalizan. Salvo excepciones, se dedican a dejar hacer y dejar pasar: a burocratizar los procesos y hacer como que hacen; a simular y beneficiar a cómplices, al grupo o banda a que pertenecen y, desde luego, a favorecerse. 
  
 Imprescindible, asumir el control del uso y destino de los recursos públicos, que obtienen y administran todos los gobiernos, instituciones y organizaciones públicas. 
  
 En Economía y Finanzas, y en general en todo asunto gubernamental, es indispensable exigir a todo servidor público, no solo honestidad, sino también y al mismo tiempo, responsabilidad, capacidad y efectividad. Los problemas no se resuelven solos. 
  
 Hay que insistir y exigir buenos resultados; y también, , respecto a la administración de los escasos recursos públicos, no sólo se trata de disponer y obtener verdadera transparencia y acceso a la información pública; sino además, reclamar siempre eficiencia gubernamental; y exigir, a todo servidor público, sin excepción, el cumplimiento de sus responsabilidades irrenunciables: esto es, eficiencia y honestidad, en la administración de esos escasos recursos públicos, para que se optimicen y sirvan para atender las prioridades de la población. 
  
 -Académico. IIESESUV Twitter @RafaelAriasH, Facebook: VeracruzHoydeRafaelAriasH                                          | 
                                                 
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