Por Rafael Arias Hernández.
El intento apenas empieza. A un año, el cambio gubernamental sigue su
proceso. Como la vida misma, no se detiene. Enfrenta numerosos obstáculos y
no pocas resistencias. No es ni será fácil y seguro, rápido y tranquilo; tampoco
está, ni estará exento de errores y defectos.
Obligados siempre, a evaluar todo tipo de datos y estadísticas oficiales,
empezando por los supuestos informes anuales, de un año fiscal que todavía
no termina. Fundamental identificar dichos de hechos, suposiciones de
realidades.
Toda información gubernamental debe ser disponible y accesible, constatable y
evaluable, para probar y comprobar si se cumple con obligaciones legales,
compromisos institucionales y promesas electorales.
Lo importante es identificar logros y avances, tanto como pendientes y
retrocesos. No todo es lo bueno que dicen, ni todo es lo malo que acusan.
Preciso tener siempre presente, que el cambio lo promueven, apoyan y realizan
seres humanos que, en las coincidencias y diferencias, en sus libertades y
derechos, se unen al esfuerzo general, para intentar más y mejor calidad de
vida para todos; en particular para las mayorías, los olvidados y marginados de
siempre, que generación tras generación, suman más y más, millones y
millones.
Así que, para los correspondientes efectos, debe tenerse siempre presente,
que gobernantes, funcionarios y servidores públicos son, de principio a fin,
simples seres humanos, ni inmaculados ni perfectos, que se comprometieron a
servir y no servirse del puesto, representación o cargo que ostentan.
Evaluar es obligatorio para evitar malos y peores gobiernos.
En múltiples aspectos se prueba y comprueba, que el cambio nuestro, es
propio de nuestras costumbres, culturas, capacidades y limitaciones. No es el
cambio importado, limitado o trasplantado.
Lo intentamos, porque así lo decidimos en la última expresión democrática
electoral. Cambiar para mejorar.
Bien se sabe que la decisión de transformar, inevitablemente abarcará y
repercutirá en casi todo, porque lo impulsa y sostiene el deseo y derecho a la
supervivencia y convivencia, a la vida misma.
Importante entender que lo que se intenta, es un cambio que origina muchos
cambios; y que es indiscutible que sobresale y señala, con mayor frecuencia, lo
político y gubernamental, así como lo económico-financiero y de bienestar
social.
El cambio en sí, se define por nuestra forma existencial, de aspiraciones y
expectativas propias. Sus expresiones transformadoras o conservadoras,
provienen de diferentes fuentes que socavan la obsoleta y anquilosada
estructura de poder y representación pública, característicos de nuestra
tradicional y ancestral cultura.
Por lo tanto, en principio, afecta a las instituciones públicas y, al hacerlo,
trasciende a los ámbitos individuales y colectivos.
Consecuentemente, la transformación abarca innumerables aspectos de la vida
cotidiana. Cuando en alguno se inicia, se dejan sentir rápidamente las
reacciones en muchos otros.
En este contexto es notorio y hasta normal, que todavía se encuentren
innumerables obstáculos y resistencias. Viejos y obsoletos aspectos son
removidos y transformados por la revolución tecnológica; por la fuerza de la
liberación y ejercicio de derechos humanos; y particularmente, por la fuerza y
presencia de la creciente participación y evaluación ciudadana y social.
Mismas que, al mismo tiempo, intentan ubicar al servidor público en su
contexto real, sin permitir abusos y conductas delictivas; y ponerlo en su lugar,
para exigirle responsabilidades y obligaciones.
Así el persistente esfuerzo de cambiar, no sólo pone evidencia estructuras,
normas y funciones inapropiadas y obsoletas, también exhibe, destapa, o
desenmascara privilegios, ventajas y beneficios, que durante mucho tiempo
han favorecido o favorecen a unos cuantos, con sus socios y aliados. Usos y
costumbres gubernamentales que, inocultablemente todavía en muchos casos,
se defienden y sostienen por los indebidamente beneficiados.
Muchas de esas situaciones sin duda, están basadas en abusos y conductas
ilegales. La problemática aumenta y se complica, cuando delincuencia,
corrupción e impunidad se permiten y alientan, ya que con frecuencia aunque
sean descubiertas y cuestionadas, no son en verdad, atacadas y reducidas,
prevaleciendo simulación y distracción.
En este contexto, no es raro que los beneficiarios de los privilegios y ventajas,
se sientan afectados en sus intereses y que, en principio, resistan y enfrenten
el cambio.
Algunos, más inteligentes, están atentos y con frecuencia pretenden desviarlo.
O, ante la mínima oportunidad, pasan a señalar y exagerar errores y defectos
del cambio.
Y también, no hay que ignorar ni minimizar, a quienes están dispuestos a
promover y apoyar contrarreformas para limitar y anular la inminente
transformación.
En fin. El esfuerzo, apenas empieza, frente a abundantes obstáculos y retos;
así como a viejos y nuevos problemas, apuntalados en ancestrales resistencias
y repetidas incomprensiones.
Necesarios diálogo y debate, respeto y tolerancia. Flexible y accesible, no significa
ser débil y dominable. La paciencia requiere de mucha práctica.
Quien se atreve a entender e interactuar civilizadamente, se arriesga.
Hacer lo que es necesario hacer, es la esencia; simplemente, porque es
importante o determinante hacerlo.
Hoy por hoy, se comprueba que cambiar no es fácil, ni rápido.
Imprescindible participar y evaluar.
INDISPENSABLE GOBERNAR AL GOBIERNO.
Oportuno recordar que la democracia no es sólo el gobierno de la mayoría. Si
lo pensamos y entendemos bien, es más que eso.
Partiendo de la igualdad de todos ante la ley, así como de derechos y
obligaciones establecidas, que hay que cumplir y hacer cumplir, la democracia
es propiamente un autogobierno, que no puede reducirse al simple hecho de
votar y elegir.
En una verdadera Democracia, los representantes son electos de entre
iguales, para gobernar a todos; y a la vez, designados para gobernar sus actos,
de acuerdo con principios de legalidad y legitimidad. Pero además para atender
y fortalecer, una participación y evaluación ciudadana y social, permanente y
en aumento, que todo el tiempo, debe gobernar al gobierno.
Una nueva generación de ciudadanos está presente y con todos sus derechos
y libertades, es más exigente, participativa y vigilante.
“Si la ciudadanía se invoca en defensa de sus derechos,- téngase presente
que-, las obligaciones correspondientes de la misma ciudadanía, no pueden ser
ignoradas” (T. H. Marshall).
Preciso insistir e insistir. Evaluar permanentemente, es obligatorio para evitar
malos y peores gobiernos.
-Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH |
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