Por Rafael Arias Hernández.
Al empobrecimiento y marginación, al reto permanente de crecimiento económico real,
de oferta de empleo, ingreso y prestaciones dignas. A la vieja y nueva aspiración de
aumentar bienestar social y calidad de vida.
A todo esto y más hay que agregar la imparable crisis de las finanzas públicas: el
debilitamiento y quiebra de instituciones oficiales; y la consecuente pérdida de
credibilidad y confianza, en gobiernos y servidores públicos, acelerada por corrupción e
impunidad en aumento.
En efecto, la crisis institucional no solo abarca importantes aspectos de la
administración y las finanzas públicas, sino que también se extiende a un creciente
debilitamiento y empobrecimiento institucional.
Al cuestionado manejo de recursos públicos, en donde ineptos y corruptos hacen de las
suyas y se benefician, hay que agregar el uso y abuso de las atribuciones
institucionales; o inactividad, complicidad o complacencia de los presuntos
responsables en cargos oficiales.
Ineficiencia, corrupción y simulación, presentes en la vida cotidiana, causando los tan
conocidos como indeseables efectos en la vida de millones y millones de mexicanos.
Y hay que repetirlo, frente a estos colosales y nuevos desafíos, no pueden ni deben
imperar las mismas fórmulas y las mismas medidas experimentadas y padecidas.
Mucho menos, recurrir e imponer farsa, entretenimiento y engaño.
Recordar que estos son tiempos de los gobiernos del cambio. No olvidar que ahora se
conocen y difunden más rápidamente fracasos, daños y pérdidas.
Para no enfrentar a fondo y en forma los graves problemas, persisten negaciones de la
realidad, manipulación de hechos y verdades a medias. Mediocridad e ineptitud van de
la mano con delincuencia e impunidad. Presente negado, futuro cancelado.
GOBERNAR AL GOBIERNO, SOMETERLO A LA LEY.
La Historia se repite y de la lección poco o nada se aprende. Preciso tener siempre
presente, que todo tiempo es tiempo político.
No sólo aquellos, que se hacen más intensos, cuando se acercan y realizan elecciones;
ni los de a rio revuelto, en los que se acostumbra aprovechar y beneficiarse al máximo,
como al cambio de gobierno; tampoco los tiempos, de sálvese quien pueda, en la
convenenciera o a veces obligada actitud de obediencia y disciplina, para la
burocrática supervivencia.
Así que, para bien y para mal, la política afecta permanentemente y diríase que lo
invade todo. De ahí que, entre otros y para empezar, deben ser prioridades oficiales y
asuntos de interés público:
Propiciar e intensificar la participación y evaluación ciudadana y social, amplia y
permanente.
Garantizar la disposición y acceso público de información y acciones, planes y
programas oficiales, rendición de cuentas y fiscalización, actualizadas y confiables.
Realizar la evaluación, retroalimentación y previsión, así como proponer y planear las
propuestas de continuidad o cambio, en estructuras y funciones de las instituciones.
Establecer, orientar y consolidar las transformaciones y mejoras, para impulsar,
sostener o fortalecer el desarrollo individual, colectivo y social, presente y futuro.
En fin. Uno, otro y todos a la vez, son necesarios, para garantizar vigencia y eficacia
de leyes e instituciones, imprescindibles para gobernar al gobierno.
En una verdadera democracia. Todo hecho social incumbe a todos. Tengamos
presente que en toda cultura democrática, se desarrolla una permanente contienda
entre puntos de vista, ideologías y principios diferentes.
Todos estos elementos y otros más, en constante movimiento, caracterizan la realidad
política. Por eso nunca termina el esfuerzo por persuadir, por convencer, para continuar
o cambiar, incluso para ser mejores. La nueva cultura parte del deber de participar
dentro de la transformación de nuestro tiempo; nuestra responsabilidad es realizar,
ahora y aquí la revolución del cambio pacífico y democrático.
A nuestro ritmo y manera, con limitaciones y problemas, debemos persistir en el
cambio pacífico y democrático, detectar errores y alentar autocrítica; fortalecer
instituciones públicas; y garantizar la aplicación de la Ley, como instrumento de
promoción y consolidación de dicho cambio.
EL INTENTO APENAS EMPIEZA.
Haciendo a un lado las posiciones dedicadas a la apología servil o la descalificación a
ultranza, hay que decir que la experiencia política y las enseñanzas derivadas del
proceso de democratización reciente, son inherentes a su propia condición: se trata de
un proceso continuo y permanente que, como toda manifestación social, exige
actualizaciones, modificaciones o sustituciones. Crítica y autocrítica permanentes.
La democracia es un proceso continuo. Cualquier expresión es sólo una etapa más.
Para seguir avanzando hacia otras etapas superiores, habrá que fomentar el desarrollo
de una nueva cultura política de la participación que evite partidocracia, despotismo y
autocracia ; una cultura de legalidad que nos obligue a cumplir y hacer cumplir la
norma, y evite el voluntarismo y la componenda; una cultura de la competencia y
firmeza en los planteamientos de los contendientes y en el respeto de los resultados;
una cultura de la tolerancia, en constante mejoramiento en su capacidad de análisis,
diálogo, discusión y suscripción de acuerdos.
Después de todo, no debemos olvidar que la buena política exige, una forma
constructiva de crítica y autocrítica propositiva; y debe darse en un clima de
comunicación democrática, debate público, acuerdos y cambios institucionales. Todo a
partir del respeto y la colaboración de organizaciones políticas y ciudadanos, unidos en
lo esencial: los fines supremos de la nación.
Como en cualquier parte, el cambio, además de limitaciones y problemas propios que
resolver enfrenta, sin duda, enemigos, resistencia y actitudes adversas, como
ignorancia, simulación, inmovilismo, desinterés, y otros.
Hoy no hay retorno al pasado. Hay que inventar nuestra propia ruta y la forma de
transitar por ella. No rechazar por rechazar ni aceptar ciegamente. La democracia no
es el todo o la nada. Hay que avanzar, incluir y perfeccionar cada paso. Participar
constructivamente y no descalificar o rechazar sin antes dialogar o debatir con
razones, argumentos y contrapropuestas. Se trata de unir voluntades libres, de
concatenar esfuerzos, formar consensos y no delimitar oponentes. Tolerancia,
pluralismo y concertación, no dogmatismo ni cerrazón.
Mucho trabajo por hacer y más que aún guarda y exige atención. Por lo pronto hay que
hacerlo pacífica y democráticamente. Esto reza tanto para las oposiciones, como para
la posición que gobierna.
-Académico. IIESESUV Twitter @RafaelAriasH, Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH |
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