Por Rafael Arias Hernández.
Imposible ocultar que demasiados problemas crecen y se complican, afectando a millones y millones que padecen errores y abusos, desaciertos y pérdidas gubernamentales.
Engaño, desinformación, distracción, entretenimiento y abyección, son enemigos del buen gobierno
Los pocos aciertos no se aprecian, son exagerados o sobredimensionados en el tradicional discurso oficial y de sus convenencieros aduladores, plagado de mentiras, medias verdades y onanistas fantasías.
Se dice que se informa, cuando se inventan o distorsionan informaciones y datos, para excusarse, justificarse y auto alabarse.
En mensajes oficiales y de oposición, propios del engaño y la distracción.
El colmo es asegurar que son transparentes, cuando en efecto no se les ve nada comprobable, porque no cumplen cabal y puntualmente con su obligación de informar; mucho menos, rinden cuentas porque la mayor parte de lo que hacen es puro cuento, encubrimiento y autocomplacencia; y porque los hechos, la ausencia de obras y buenos resultados, se prueba que no existen o es insuficientes.
Oportuno retomar el tema y citar a Octavio Paz, quien escribió en 1943 que: “La mentira inunda la vida mexicana: ficción en nuestra política electoral, engaño en nuestra economía, mentira en los sistemas educativos, farsa en el movimiento obrero (que todavía no ha logrado vivir sin la ayuda del Estado), mentira otra vez en la política agraria, mentira en las relaciones amorosas, mentira en el pensamiento y en el arte, mentira por todas partes y en todas las almas. Mienten nuestros reaccionarios tanto como nuestros revolucionarios; somos gesto y apariencia y nada, ni siquiera el arte, se enfrenta a su verdad”.
Claro que hay cambio. El arte de mentir se actualiza y perfecciona, ahora renovado en muchas formas y fortalecido por la revolución tecnológica de las comunicaciones. Incluso muchos olvidan o menosprecian el principio de no mentir.
OBJETIVIDAD, MESURA Y RECTITUD.
Todo servidor público debe servir, no servirse o ser incompetente e inútil. Hechos, no dichos.
Vital definir problemas, e identificar medios para hacer realidad soluciones viables. Imprescindible evitar errores, pérdidas y consecuencias negativas.
Y por el lado de la participación y evaluación social. Si prevalecen desinterés y conformismo, si poco o nada hacemos, respecto a
prioridades y problemas que nos aquejan y crecen, es porque simple y sencillamente no pensamos correctamente en ellos, y mucho menos nos ocupamos de hacerlo bien y a tiempo. No les damos la debida importancia.
Abrumados por la cotidianidad, y presionados por la rapidez de los acontecimientos, enfrentamos la supervivencia, al padecer y soportar inseguridad y delincuencia, injusticia e incapacidad, corrupción e impunidad, dentro y fuera de los gobiernos; y desde luego, debe incluirse pobreza, hambre y marginación crecientes, y la imparable destrucción del medio ambiente.
No se aprende que, obligados por conformismo, desinterés y abuso, al seguir la inercia y rutina, de muchas formas estamos destinados a pagar y padecer los efectos. Se comente el error, lo demás son consecuencias.
Prevalecen y abundan malos o pésimos gobiernos, sin evaluación seria, objetiva, pública y confiable. Peor cuando predominan entretenimiento y distracción.
Adicción masoquista, de repetir error, terror y horror; que gusta tropezarse, sexenio tras sexenio, con las mismas piedras.
Preciso advertir costos y consecuencias, si inseguridad, ineptitud e irresponsabilidad gubernamentales prevalecen y aumentan. Si corrupción e impunidad se arraigan y complican.
La cuestión es que, en general, se induce y acostumbra, a no detenerse a pensar, conocer y analizar situación y problemas; se induce y acostumbra, a no participar ni evaluar, lo que se quiere, se debe y se puede hacer.
Indispensable calificar y valorar a tiempo, para decidir bien.
Si algo distingue y caracteriza a la forma de vida contemporánea es la velocidad y complejidad del cambio.
Todo marcha rápido e interrelacionado. Las distancias se reducen y el que llega primero tiene ventajas. Urge capacidad y velocidad de respuesta. Tal parece que los acontecimientos dominan y hasta determinan las decisiones. Con frecuencia no pensar es lo más cómodo.
Así, la estupefacta y sacrificada población, difícilmente participa, no se moviliza y reacciona. Menosprecia o ignora, que hay que hacer algo, pronto y bien.
Las mayorías silenciosas sólo saben que no salen de sus limitaciones y problemas, y que más bien estos se agravan.
La urgencia e importancia es aún mayor. No cabe el dejar hacer y dejar pasar; mucho menos aceptar el lenguaje gubernamental triunfalista, que todo lo ve bien, lo exalta y percibe inmejorable, hasta la inevitable catástrofe.
Respecto a gobiernos, demasiados esperan poco o nada. No creen ni aceptan el discurso oficial Tienen identificados, tanto show como protagonistas; a políticos simuladores, comunicadores de la distracción, y académicos del entretenimiento. Rémoras y ejemplos de una forma de vida. Bien se sabe de sus alcances y limitaciones, de sus aportaciones y evasiones, de sus contribuciones y obstáculos. También de sus simulaciones y realidades, de sus errores y aciertos.
Si se valora lo ocurrido hasta hoy. No cabe duda. Se tiene bien ganada la mala fama y el desprestigio de este humor negro que caracteriza a la política, propia de estos y otros tiempos, y también de estas y otras latitudes.
Los nuevos y viejos retos, reclaman puntualmente la práctica imprescindible, de la congruencia, entre compromiso y cumplimiento. Comunión comprobable del decir y el hacer.
Preciso evaluar resultados, no discursos, de servidores públicos obligados, en todo tiempo y lugar, a transparencia, acceso público a la información, rendición de cuentas, fiscalización y, a garantizar y fortalecer participación y evaluación social.
Quienes gobiernan sin estos instrumentos de democracia moderna, pertenecen al sistema basado en simulación, engaño, voluntarismo y secretismo gubernamental.
Recientemente, ante señalamientos de existencia y persistencia de funcionarios que aún mantienen vicios del pasado, el presidente López Obrador respondió:
“Ah, cómo no, porque es un proceso de transición, lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir. Entonces, hay prácticas antidemocráticas, hay actitudes de deshonestidad que llevan algún tiempo borrar, pero se va avanzando mucho, además se van a ir dando cuenta propios y extraños de que esto ya cambió…”
Está muy claro, el reto.
-Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH |
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