Por Rafael Arias Hernández
De entrada, importante tener presente y nunca olvidar, que los gobernantes, salvo contadas excepciones, no entienden ni atienden bien y a tiempo, la Economía. Mucho menos la de hoy, más extensa, intensa y compleja; individualizada y globalizada, simplificada y tecnificada, tanto en una realidad real, como en una realidad virtual.
Demasiados, en su efímero tiempo en el poder público, tampoco logran superar, el empobrecimiento creciente de la población, aunque la política de más y mayores programas sociales se hace presente, con reconocidas contenciones, lo cierto es que no logran alcanzar soluciones definitivas, de larga duración y alcances. La inflación presente y creciente, es uno de los ejemplos, de las limitaciones y errores gubernamentales frecuentes.
Cumplir con responsabilidades de fortalecer la Economía, exige entre otros aspectos, garantizar crecimiento económico, fuentes de trabajo, sueldos y salarios dignos y, desde luego, apoyo a empresarios y sus diversos mercados.
Se sabe que, desatendidas causas y orígenes, los efectos se hacen presentes y crecientes, sobresaliendo tanto la inocultable violencia, como la inseguridad pública, la desolación persistente, que sostienen y fortalecen incertidumbre e inestabilidad, insuficiencia e incapacidad, mismas que afectan a más y más, millones de personas.
Por si fuera poco, cuando menos, otros tres aspectos se complican, incrementando conflictos y problemas: primero, destaca la inflación presente y en aumento, que incrementa el empobrecimiento general, ya que propicia pérdida de capacidad de pago y reducción de ingresos, salarios y utilidades reales; segundo, la ingobernabilidad ocasionada por ineficientes y corruptos, que se caracteriza por insuficiencia y falta de recursos públicos, y por la notoria falta de políticas económicas actualizadas y efectivas, reducidas a repetidas y conocidas declaraciones y repetidos discursos oficiales; y tercero, la inconformidad ciudadana y social que, ante más y mejores técnicas y formas de comunicación individual y colectiva, se organiza, moviliza y hace presente.
Se incrementan afectados, limitados y sacrificados, ante un sinfín de causas y razones, que sufren y padecen, que los afectan y alertan, organizan y movilizan, ocasionando o facilitando sus cada vez mayores y más frecuentes manifestaciones y movilizaciones, de inconformidad y protesta.
Así, en esta realidad concreta, inflación, ingobernabilidad y organización y movilización popular, incrementan y complican el esfuerzo individual y social; más aún, cuando por desatención, indisposición o mala atención; o por simple falta de atención y solución gubernamental, se preservan, y hasta fortalecen dificultades y problemas, conflictos y obstáculos.
De entrada, se sabe que hay más hambre y pobreza; que se vive y reconoce, encarecimiento y carestía crecientes; y, concretamente, que lo que se gana y obtiene, pierde capacidad de compra y reduce cantidad y calidad de lo que se puede adquirir. Lo peor es que una población en aumento (se estima que cuando menos el 40%) no cuenta con lo suficiente para obtener la canasta básica alimentaria. En pocas palabras, cada vez más tienen menos y padecen mayores limitaciones y sacrificios.
¿Cuántos cuentan, en la zona urbana con los casi $2,000, y en la zona rural con los casi $1,500, para la canasta básica alimentaria?
Así, la realidad real, esto es lo que se vive y enfrenta día con día, exige una intervención verdadera y efectiva de todos los ámbitos de gobierno (federal, estatal y municipal).
Y también requiere, cambios verdaderos y pertinentes en las políticas, programas y actividades gubernamentales.
Empezando por identificar el buen trabajo realizado, los logros y avances obtenidos, y las ventajas y oportunidades ganadas. Es probable que no sea mucho lo positivo, frente a lo negativo; pero aquí lo importante es defender y fortalecer lo que se consigue, con base en tanto esfuerzo y sacrificio.
Importante conocer lo que se intenta hacer; imprescindible analizar y comprobar que lo que se anuncia, no queda solo en palabras.
La política gubernamental en general y la económica en particular, exige hechos y resultados positivos comprobables.
No más opacidad y rapacidad, ni simulación y engaños. No más abuso de presupuestos oficiales, inundados de inconsistencias y fallas, deudas y subejercicios. No más rollo del desarrollo; ni discursos inundados de buenas intenciones y pocos o nulos buenos resultados. Ni vamos bien ni viene lo mejor; urge reorientar y fortalecer, acción y reacción, iniciativa y coordinación, de todos ámbitos de gobierno.
Tiempos de obligado crecimiento y comprobada reactivación. No más estancamiento y decrecimiento. Los gobiernos deben ser de buenos resultados; indispensable conocer planes y programas para, sin excepción, evaluarlos y comprobarlos. ¿Planes, programas y acciones con buenos resultados? ¿Sirve o no sirve, lo que se anuncia y pone en práctica?
La democracia cambia y ayuda a cambiar a la sociedad que la sostiene y fortalece, así como a la naturaleza humana que es, propiamente, su origen y destino.
Vivir en Democracia, sostenerla y fortalecerla exige continuar, sostener y ampliar, el ancestral esfuerzo, que en la actualidad involucra otras perspectivas y fundamentos. Activar y reactivar, requiere de continuar y sostener, de evaluar y comprobar, para fortalecer y mejorar. Objetividad y disposición para conocer y reconocer lo bueno y lo malo, lo hecho y lo pendiente. El esfuerzo nunca termina.
-Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH |
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