Por Rafael Arias Hernández.
Rápido y sin alteración alguna, la temporada de la rendición de cuentas, llamada “informe de gobierno” llega a su fin.
El resultado y la actitud común llegan a lo mismo: no hay información real, verdadera y actualizada; muchos de los responsables, informan sobre otras inexistentes realidades, o presumen lo que no hacen ni cumplieron; como siempre, confían y esperan que muy pocos insistan en saber que pasa; y que, menos aún, exijan la realización de la evaluación correspondiente.
La historia gubernamental, está llena de curiosos informes, sin información completa y actual; y también, sin evaluación oportuna.
Bien podría decirse que demasiados, en cierta forma, son emulaciones de Frank Kafka; o que forman parte de algún texto de Alicia en el país, estado o municipio, de las maravillas
En un contexto más amplio. Pocos, muy pocos de los responsables, atienden puntual y plenamente su obligación de informar en tiempo y forma, más allá de la burocrática y justificadora forma tradicional (simuladora o encubridora) de hacerlo.
Hasta hoy, la realidad es muy simple y se impone: los informes sirven para muchas cosas, excepto para informar y conocer la realidad; los alcances de un esfuerzo o trabajo realizado; y el tipo de resultados obtenidos, para determinar si se avanza o retrocede, si se pierde o se gana. Incluso puede afirmarse, que tampoco sirven, para utilizar e integrar secuencial y comparativamente sus contenidos.
Incumplimiento, escapismo e incursión al surrealismo y la fantasía se hacen costumbre, ante la aprobación de las entidades y los responsables de exigir, para su seguimiento, control, evaluación y retroalimentación. ¿Dónde está el poder legislativo?
Ante esta conocida y padecida costumbre, la realidad se impone. Lo usual, es que tarde o temprano se revelen y conozcan parte de esas informaciones, negadas, ocultadas, distorsionadas o substituidas; así como de los daños causados por decisiones mal sustentadas y equivocadas; y además, el cúmulo de oportunidades perdidas y potencialidades desaprovechadas.
Imposible ocultar y desatender: el cumplimiento del deber de informar, la simulación es su negación, y su substituto es la desinformación.
Así, en la costumbre e imperio de la ignorancia y los mal entendidos, reinan la mentira y el engaño; y abundan encubridores y distractores, a
través de verdades a medias, expresiones confusas mal redactadas, descontextualizadas, no cuantificadas ni integradas, en series comparativas y explicativas. Poco se salva de esta perseverante característica del informe oficial.
Las preguntas se hacen presentes: ¿Cómo se toman decisiones sin información objetiva y verdadera, pertinente y actual? ¿En qué se apoyan la evaluación gubernamental y la social, y por qué no se difunden amplia y puntualmente?
En estos días, inunda la propaganda oficial federal, estatal y municipal. Imágenes y cifras, mensajes generales y de temas específicos. Al igual que los gobiernos pasados, muchos pregonan y coinciden, en el “no pasa nada, todo va bien y viene lo mejor”. Preciso recordar, que quienes no cumplen con sus obligaciones, merecen que se les apliquen las leyes correspondientes. ¿Cómplices y delincuentes, reales o en potencia?
Los festejos navideños y las fiestas de año nuevo rápidamente desplazan cualquier noticia o reacción de la población, que padece consecuencias de ineficiencia, ineptitud y corrupción. Incluso, la inercia del desinterés, la distracción y la simulación, también hacen que se pierda la oportunidad (y hasta obligación oficial) de señalar y explicar con objetividad y actualidad los pocos logros y avances obtenidos.
Persiste poco o nulo interés, para evaluar e identificar a los responsables; y así, llega a su fin la temporada de los informes, desaprovechándose incluso, la posibilidad de difundir, explicar y hasta presumir, lo poco hecho y logrado. Algo se hace bien.
Informar es comunicar, justificar y hasta invitar para incorporar.
Por lo demás informar es una obligación ineludible, para todo gobernante, funcionario y servidor público. No es que quieran. Más bien, deben y tienen que hacerlo. ¿Cuáles son las sanciones o castigos previstos en las leyes? ¿Por qué no se cumplen y hacen cumplir?
En fin. Ser o no ser ante el negado, escamoteado, escondido, minimizado, postergado pero inevitable cambio social.
Dilema que persiste y persistirá, en la teoría y práctica de la política, en el ejercicio y permanencia responsable de la buena gobernabilidad, que se debe esmerar en atender, bien y a tiempo, el cambio requerido por las necesidades sociales.
Cansada de enseñarlo, la historia lo repite en todas partes y en todo tiempo. Información pertinente, objetiva y disponible, base de la decisión y la evaluación.
Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH |
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