Cosas de la evolución política: antaño, en todo proceso electoral los candidatos a un cargo de elección popular postulados por el Partido Revolucionario Institucional, el PAN y del PPS eran recibidos con la infaltable lluvia de confetis en cualquier lugar que visitaban, quizás la única diferencia (nada menor) consistía en la multitud que recibía a los priistas y la muy modesta concurrencia a sus opositores. Ahora, el manantial de los conflictos es abundante en la política electoral, porque allí las controversias no respetan ni lazos familiares ni es cuestión de géneros, pues si entre quienes compiten alguno se destaca por tener “la cola larga” entonces los trapitos al sol forman parte medular de la campaña para poner en alerta a la ciudadanía, de cuya decisión dependerá el triunfo o el fracaso. Hoy domingo en Veracruz inician su campaña electoral quienes pretenden gobernar a los veracruzanos: Rocío Nahle (curiosamente no nacida ni aculturada en estas tierras) y Pepe Yunes Zorrilla, peroteño de origen que no requiere presentación, ambos representan posiciones contrastantes, pues entre los bandos en pugna uno postula algo que llama Cuarta Transformación, y en sentido contrario el otro clama por cambiar el sentido de dirección debido a la inoperancia de aquel. Quienes compiten son seres humanos de carne y hueso, son producto de nuestro contexto social, es decir, son expresión de la sociedad de la que formamos parte y cargan con sus defectos y sus virtudes, los primeros formarán parte medular del menú de la campaña electoral. Ya hemos tenido un adelanto cuando afloraron algunas propiedades del grueso patrimonio inmobiliario de Rocío Nahle, lo que ella calificó de infundios y mentiras adoptando la estrategia de acomodarse como víctima de los ataques del adversario. Que no se mete en esos pleitos, dijo, pero ¿le alcanzará ese método en caso de proseguir saliendo a luz pública el fruto de su incursión en el sector público? Es campaña electoral y el INE no prohíbe exhibir antecedentes ni patrimonio u otros menjurjes que adornen a los protagonistas, pues cuando se busca la adhesión ciudadana ya no es suficiente el discurso y la promesa, porque como dice el son jarocho por excelencia: “para subir al cielo se necesita una escalera y otra cosita”. Esperen programas, decía el clásico.
Vaya faena la de Alicia Bárcenas, nuestra canciller, para apagar el fuego provocado por la inercia de la incontinencia verbal del presidente López Obrador al calificar de “facho conservador” al presidente de Argentina, Javier Milei, quien a cambio lo tachó de “ignorante”. Ese intercambio de “amable” adjetivación de pronto amenazaba en convertirse en huracán diplomático porque se filtró de mala leche la versión sobre un desalojo de la delegación diplomática argentina en nuestro país. Hasta el momento ambas cancilleres, de Argentina y México, han detenido la escalada de ese diferendo retórico, totalmente innecesario e inoportuno. Pero así es la actual convivencia entre las naciones de este continente donde la cercanía y la globalización conllevan a continuos roces entre gobernantes de diferentes signos ideológicos. Pero nada nuevo, porque tuvimos otro presidente de la república también con sueños de trascendencia continental, y hasta mundial: Luis Echeverría Álvarez, quien metió a México en fuerte conflicto con Israel cuando en la ONU su gobierno votó contra el sionismo tras lo cual se nos vino el mundo encima por el boicot turístico implementado por la comunidad judía de los EEUU. Cuestión de estilo de gobernar dirán algunos, otros encuentran calificativos más drásticos, pero así es la política, una actividad enfocada a resolver los problemas generados por la convivencia humana, y cuando no los hay, entonces se crean. |
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