Como Sísifo moderno, tras de seis años de empujar la roca colina arriba los veracruzanos estamos a 30 días de volver a soltarla para que ruede por la empinada cuesta de nuestro destino en común, ahora, una vez más, con la esperanza de tener un gobierno capaz de atender y resolver los grandes problemas de una entidad que durante los años transcurridos de este siglo se han venido agravando. De poco ha servido que Veracruz cuente con recursos naturales y humanos de excelencia, con uno de los mayores escurrimientos de agua dulce en el país que hacen de su territorio un tesoro de fértiles tierras que, en contraste con las áridas, p0ero bien cultivadas del norte del país, no alcanzan la productividad deseada por falta de tecnología y del impulso gubernamental para extraerle todo el fruto que es capaz de dar. En ese sombrío escenario, la población veracruzana sufre la preocupante paradoja esperando que quienes acceden al poder político hagan mejor gobierno del que concluye, y que éste sea el último de los peores de la entidad. Porque cuando Duarte de Ochoa terminaba su periodo al frente del gobierno la opinión generalizaba suponía que no habría otro gobierno tan “peor”, pero Cuitláhuac García se ha encargado de comprobar con mucha elocuencia que en eso del mal gobierno es sobradamente “apto” para competir con Duarte de Ochoa. Porque el gobierno que formalmente concluye el 30 del mes que ahora inicia se caracterizó por su incapacidad para brindar una gestión pública eficiente y de resultados de tangible bienestar. La historia lo juzgará con mayor objetividad, aunque difícilmente será con mejor calificación de la que ahora mismo es posible otorgarle.
Si de algo podemos estar seguros es que en la elección de junio pasado no hubo voto de castigo, porque de haberse configurado Rocío Nahle no estaría a punto de entrar al relevo, ya que hubiera pagado los trastos rotos por quien será su antecesor. Ahora, el dato duro de nuestra realidad expresa que Rocío Nahle es la gobernadora electa y que tomará posesión el 1 de diciembre; en una democracia con ciudadanía madura y bien informada a ningún gobernante se le quema incienso antes de que ejerza el poder, por la elemental razón de que aún no hay motivos para hacerlo, pero tendrá por delante seis años de oportunidades para llevar a cabo sus buenas intenciones, y si demuestra sensibilidad social y política, eficiencia en el manejo de los recursos puestos bajo su encargo y capacidad de gestión, reflejada en bienes y servicios para sus gobernados, entonces será merecedora del aplauso y reconocimiento ciudadanos, ojalá así sea. La gobernadora electa encuentra la vara de los parámetros muy a ras de piso y por poco que haga destacará sobre sus antecesores de este siglo, ojalá haga mucho, la selección de colaboradores da motivos para el optimismo pues los precede experiencia en el servicio público, que sea bueno el arranque y el ejercicio subsecuente, porque Veracruz lo tiene todo… por hacer. |
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