Con el correr de los días podemos observar la declinación del poder en quienes por mandato de ley concluyen sus respectivos periodos constitucionales al frente de un gobierno; en la presidencia de la república y en algunas entidades federativas donde habrá relevo de gobernantes ya se advierten los síntomas de la irrevocable entrega del poder, y seguramente ya iniciaron los preparativos para esos efectos. Así debe suponerse que sucede en Palacio Nacional y en Veracruz en la Casa de gobierno. Esa circunstancia sexenal se acompaña con los signos que la realidad aporta, entre otros, el paulatino alejamiento de quienes juraban amistad y lealtad inalterables y ahora comienzan a “arreglar” sus respectivas circunstancias, algunos para borrar huellas denunciantes, otros para intentar acomodarse con quien vendrá al relevo, nada nuevo bajo el sol. Pero otras señales son más elocuentes: son las expresiones de quienes fueron hechos a un lado a partir de la euforia del poder y buscan la revancha, por supuesto, también de quienes combatieron desde la oposición y buscan venganza a los agravios recibidos; pero acaso los de mayor riesgo son aquellos que compartieron las mieles del poder y embelesados por las canonjías que proporciona son capaces de “despepitar” a cambio de la sobrevivencia en la nómina del erario, nunca falta alguien así.
“Nadie experimenta en cabeza ajena”, dice popular adagio, porque pese a conocer el incesante peregrinar de exduartistas y de Duarte mismo por tribunales y reclusorios durante años por haberse excedido en el uso patrimonialista del poder, prosiguen practicando el salto triple con red de protección muy perecedera y, claro, llegado el tiempo deben pagar las consecuencias. Esa claridosa muestra de la condición humana ya se está avizorando en Veracruz con el ir y venir de quienes manejaron recursos públicos, unos buscando porciones de fuero para conseguir impunidad, algunos lo alcanzarán, otros serán asiduos visitantes de tribunales y de antesalas para finalmente ingresar a algún reclusorio o aceptar el “vomito negro” a cambio de salir ilesos. Análogamente ocurre a nivel federal pues no son pocos los funcionarios del actual gobierno que incurrieron en acciones pecaminosas durante su desempeño como “servidores” públicos, el inefable doctor López Gatell es uno de entre quienes tendrán que rendir cuentas de su actuación pública; y por cierto, a la candidata de Morena al gobierno de Veracruz, Rocío Nahle, se le ha descubierto un suculento patrimonio inmobiliario del cual tiene que rendir cuentas. Y en su caso es más subrayable porque pretende gobernar una entidad federativa de donde no es originaria y encuentra tenaz resistencia oposicionista. Pero ese obstáculo ciudadano a sus pretensiones ahora se acompaña con un sutil enojo de su jefe, el presidente López Obrador, quien justamente cuando se sabe de la denuncia ante la FG por enriquecimiento ilícito en contra de la señora Nahle mandó un mensaje nada críptico: “no sean presumidos”, “fantoches” “es pecado social la ostentación, la opulencia… si es empresario puede hacerlo, pero un servidor público ¿cómo?”. Y en esta interrogante se encierra la reclamante admonición porque conlleva inherente un puntual reproche. Otro signo de mal agüero para doña Rocío Nahle es la visita a Veracruz del dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, supuestamente para expresarle su apoyo, pero fue un respaldo muy suigéneris porque lo hizo sin pronunciamiento alguno. |
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