Como era antes es ahora en nuestro país, porque cada seis años pretendemos inventar un nuevo México y en esa intención las propuestas son abundantes, desafortunadamente cuando ya estamos a punto de culminar un ciclo sexenal nos percatamos de la triste realidad: brincamos mucho pero solo para caer en el mismo lugar. Si los ofrecimientos de los candidatos a presidente de la república se hubieran convertido realidad este país sería uno de los más avanzados del Primer Mundo y viviríamos en un paraíso exento de pobreza, de enfermedades, de moderna infraestructura urbana y rural, con industria movida por energías limpias, lastimosamente de todo eso poco o casi nada se ha alcanzado pese a billones de pesos destinados para el desarrollo del país.
Para atenuar el desaliento es bueno reconocer que gozamos de un sistema democrático y republicano a través del cual tenemos la oportunidad de elegir a nuestros gobernantes, pero, entonces, ¿por qué son lentos nuestros avances? Acaso ¿somos tan malos para elegir la mejor opción? Porque si los presidentes, incluido el actual, han fallado necesariamente debemos remitirnos a una mala elección porque durante seis años (cual moderno Sísifo) empujamos cuesta arriba nuestras esperanzas solo para que una vez llegados a la Cima del sexenio tengamos que descender para volver a empezar con renovadas esperanzas un nuevo gobierno. |
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