El presidente López Obrador remitió carta a Donald Trump, su “amigo”, para recordarle que aún es el primer mandatario de México por lo cual le pide que no lo mande prematuramente “a la chingada”; actitud masoquista aparte, ya no extraña su querencia a demostrar una empatía hacia Donald Trump pese a su discurso punitivo contra nuestro país acompañado con amenazas de implementar política de mano dura contra México. Dejémoslo en que es debido a un correlato de afinidades populistas entre ambos personajes. Al periodo presidencial de López Obrador ya solo le quedan dos meses de vigencia porque a partir de octubre próximo su sexenio habrá caducado, para ese entonces ya estaremos en condición de saber si AMLO se va a Palenque o permanecerá en el centro de los acontecimientos nacionales. Mientras tanto, ya en la cercanía del ocaso de su presidencia, a su manera, ensaya un balance parcial y bastante matizada de su gestión, empezando por destacar la corrupción descubierta en SEGALMEX, episodio al que califica como “la mancha que me llevo”, aunque lo considera un caso “aislado” en su gobierno, se recuperó el dinero (¿?), dice, y la corrupción (así, por decreto) ya no existe como era antes y por lo mismo “puedo sacar el pañuelo blanco”. Si esa inclinación a reconocer los fallos fuere genuina, entonces, a continuación López Obrador debe dar por registrado que en materia de Seguridad Pública tampoco lo acompañan los resultados positivos, porque más de 193 homicidios dolosos cometidos en este sexenio son testimonio dramático de la violencia en México, lo señalan ahora mismo representantes de la iglesia católica de Chiapas al publicar un llamado al gobierno para que “se restablezca el estado de derecho en los municipios de la Sierra de Chiapas, frontera con Guatemala; donde se registran enfrentamientos entre cárteles que se disputan el control del territorio para traficar droga, armas y migrantes, provocando derramamiento de sangre, terror entre la población y desplazamiento forzado”, esa calamidad no se circunscribe a Chiapas porque lamentablemente en nuestro país avanza el dominio territorial de la delincuencia y se sale del control del Estado Mexicano.
Por si ese escenario de lamentos sociales no bastara, el gobierno encabezado por AMLO tampoco cubrió las expectativas en materia de salud, ya no la utópica meta de brindar a los mexicanos servicios de salud “mejores que en Dinamarca”, porque no se mejoraron las condiciones de la infraestructura hospitalaria del país, que según el propio presidente recibió “en ruinas” en 2018. La mención al desabasto de medicinas fue lamento de rutina diaria durante esta administración y lastimosamente aún no se ha subsanado pese ahora contar con una “megafarmacia” que supuestamente almacenaría “medicinas de todo el mundo”. Pero nada de eso podía convertirse en realidad cuando el recurso destinado para el sector Salud ha venido decreciendo año con año, y, peor aún, cuando lo presupuestado para la Salud de los mexicanos los encargados de su aplicación incurren en insolente subejercicio. Según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), en investigación de Judith Méndez, en 2023 al Sector Salud se le destinaron 937,492 millones de pesos (4.2% menos que en 2022), sin embargo, se ejercieron 875,353 millones de pesos (6.6% de subejercicio), o sea, se dejaron sin aplicar 62,139 millones de pesos, ¿a cuántos presupuestos estatales equivale esa suma? Nada que se desconozca porque la derechohabiencia del ISSSTE en Veracruz suda la gota gorda en el Centro de Especialidades de esa ciudad porque el sistema acondicionador del clima no funciona, igual sucede en el Hospital Regional de Veracruz donde ni los elevadores ni el sistema de enfriamiento funcionan como debiera ser. Lo mismo ocurre en el IMSS de Coatzacoalcos donde enfermos y parentela sufren el infierno climático porque no funcionan a cabalidad los aparatos de aire acondicionado. Así sucede cuando la cruda realidad aporta sus propios datos y señala que el avión a Dinamarca no pudo despegar. |
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