Cuando en el año 2000 el PAN accedió a la presidencia de la república los priistas sufrimos como el efecto de un maremoto político, el primero de este siglo cuando un partido nacido (en 1939) para ser opositor 61 años después conseguía la máxima presea política tras derrotar a su adversario político por excelencia y fenomenal contrincante electoral, el PRI que había permanecido ininterrumpidamente en el poder presidencial durante 54 años; ese fue un episodio épico de la historia político electoral de México, doce años se mantuvo el PAN en la presidencia pero en realidad esa alternancia no implicó cambio alguno que estremeciera la estructura del sistema político nacido con la Revolución Mexicana. El segundo Tsunami lo vivimos en 2018, cuando un partido (MORENA) a solo cuatro años de su registro en 2014 arribó a la presidencia, pero la fuerza de ese maremoto penetro a mayor profundidad del sistema político, al que comenzó a demoler a partir del mismo año de su elección, los resultados electorales de 2021 evitaron que el presidente López Obrador alcanzara cabalmente sus alcances devastadores, al menos hasta ahora, pero sin duda alguna el perfil del sistema político mexicano ha acusado los efectos de un cambio inducido desde el gobierno. El tercer maremoto lo acabamos de sentir por los resultados electorales del dos de junio que otorga a Claudia Sheinbaum una positiva acreditación ciudadana, todo ese maremágnum político ha acontecido en este siglo, tras la elección más grande de la historia de este país. De entrada, aquí sí es viable concederle a AMLO el mérito de una Segunda, no Cuarta, transformación, porque en efecto regresa al país a la instancia de un partido hegemónico con dominio absoluto en las dos Cámaras legisladoras en consuno con el Poder Ejecutivo. Si se trata de una regresión la sucesión de los acontecimientos lo demostrarán, empero, las circunstancias actuales no guardan analogías con las del siglo XX mexicano, luego entonces seguramente habrá matices, como es posible advertirlo en el fuerte influjo del capital nacional e internacional en la estructura económica del país, y es ya un factor de poder cuya vigencia funciona como contrapeso al cual la clase gobernante debe ponerle atención.
Eso es en cuanto hace al universo político, pero en el contexto social, verdad de Perogrullo, a la ciudadanía también le corresponde un espacio de no menor importancia, solo que en este país el ciudadano o se auto relega o auto reprime apenas culmina el proceso electoral y deja en manos de los políticos carta blanca para en su nombre actuar, pero en contraste la clase política actúa conforme a propia conveniencia. Ese es un fenómeno muy conocido y lesivo para los intereses del país pues en ese entramado unos pocos deciden por todos. En el mundo del deber ser eso no debe ser, pero es en México, la causa radica en el abúlico comportamiento del ciudadano por abstenerse en seguir participando en los asuntos de la cosa pública apenas deposita su voto, y olvidar que los políticos forman parte del mismo tejido social, del cual surgen para convertirse en servidores públicos, pero ya bajo los influjos del poder se divorcian de la ciudadanía que los eligió para dedicarse a conseguir beneficios personales Ese alejamiento ciudadano puede ser ocasionado por la ausencia de lideres sociales que mantengan unificada a la sociedad en torno a sus mejores propósitos, ¿dónde están? seguramente al interior de la sociedad mexicana acaso a la espera de circunstancias propiciatorias para su surgimiento. La inercia de los actuales acontecimientos pone al descubierto signos sociales de profundo desconcierto y buena parte de la población busca con afán al líder que los encabece, no necesariamente para oponerse a la autoridad, sino para coadyuvar con ella, porque para oponerse políticamente es tarea reservada a los partidos y organizaciones políticas. Ningún gobernante voltea a una ciudadanía apática y sin impulsos, solo toma en cuenta a la que se manifiesta exigiendo respuesta a sus necesidades. Para esa tarea hace falta un líder que empuje y jale, un líder genuino porque en esto del pastoreo un dirigente solo empuja, pero el líder empuja y jala. El caldo de cultivo está presto para generar liderazgos sociales, la oportunidad se pinta sola. |
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