Durante los extendidos años de “La dictadura perfecta” (Vargas Llosa dixit), era muy común en la clase política de esos tiempos desarrollar singular capacidad intuitiva para desempeñarse en ese teatro cuyo libreto está pleno de intrigas, chismes y de envidias, gozaban de esa facultad de percibir ya por nacencia o adquirida al fragor de la experiencia, ahora ya poco de eso se observa en quienes han accedido al olimpo de la cosa pública gracias al azar que no por poseer aptitud para desempeñarse como servidor público. En los tiempos de antaño solía recomendarse a los políticos bisoños no responder a los señalamientos personales publicados en los medios de comunicación porque- decían- “quien no se enteró de lo dicho en la primera nota, lo hará por tu réplica”. Ahora, para mejor desempeño de sus labores, quienes actúan en la carpa pública hacen uso de herramientas de tecnología de punta como las interferencias telefónicas, hakeos, drones, monitoreos sobre las acciones del adversario, consultas de opinión ciudadana etc. Además, ya sin la sensibilidad política de los políticos de antaño, se contratan asesores y diseñadores de estrategias para campaña más sofisticadas.
A esto último parece obedecer el silencio de la señora Rocío Nahle respecto a la publicación de sus propiedades en diferentes puntos del territorio nacional, entre ese consolidado bloque patrimonialista figura la enorme casa de Boca del Rio ubicada en tan fastuoso lugar que ha provocado ácidos comentarios pues revela una subrayada contradicción entre un discurso que habla de honestidad y de austeridad en el ejercicio de la cosa pública, pero no se atreve a transparentar el origen de tan numérico patrimonio. Obviamente, la señora Nahle y sus asesores le apuestan al olvido, saben que la dinámica de estos tiempos borra hoy lo ayer acontecido. Cuentan los conocedores de la naturaleza que cuando a un garrobo se le apalea con el propósito de darle fin el animal se queda completamente inerte y aprovecha el descuido de su agresor para emprender salvadore huida. Pero no debe ser así en este caso, porque la señora Nahle es candidata al gobierno de Veracruz en donde ya hemos padecido políticos que practicaron el ejercicio patrimonialista del poder, luego entonces está obligada a aclarar toda sospecha respecto de su patrimonio y conducta durante su desempeño en el sector público. Decían en la Roma clásica: “la mujer del César no solo debe ser honesta, también debe parecerlo”, similar exigencia presenta la ciudadanía veracruzana a quien busca convencerla de ser la mejor opción para suceder a Cuitláhuac García. Pero la causa proselitista de Nahle enfrenta a un adversario, José Yunes Zorrilla, que le lleva una ventaja considerable en el ánimo ciudadano, entre otras razones porque nunca se le han formulado señalamientos como los aquí descritos, y porque en Veracruz se le identifica como un político de avanzada, honorable y honesto a carta cabal. Y la campaña aún no comienza- |
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