Es como mojar lo llovido, pero el tema acerca de cuál será el comportamiento de AMLO una vez fuera de la presidencia conlleva inherente importancia, y con ser de vibrante actualidad el asunto tendrá aun larga vigencia. Una incógnita se refiere a sí el presidente cumplirá lo que en su muy festinada despedida ha venido ofreciendo, porque en términos de veracidad sus dichos son susceptibles de radicales cambios, pues lo que hoy afirma mañana lo niega, quién no recuerda: “yo no dije que bajaría el precio de la gasolina a 10 pesos” a lo cual sus malosos adversarios de inmediato respondieron al difundir el video donde retóricamente lo ofrece y por voluntaria amnesia ahora niega. En plena algarabía por el triunfo electoral, hace seis años AMLO prometió a los ministros del Poder Judicial respeto pleno, que su gobierno no interferiría en sus decisiones en absoluto apego a su autonomía, casi seis años después se empeña en menoscabar al Poder Judicial. Ahora recuerda: “Ofrecí 100 compromisos. Tengo pendientes dos. Ayotzinapa y la descentralización”. Bueno, también ofreció terminar con la corrupción, regresar a sus cuarteles a las fuerzas armadas, concluir con el dramático episodio de la violencia que invade el país (hasta ahora se contabilizan 192 mil homicidios), crecimiento económico del 6 por ciento, servicios de salud semejantes al que gozan en los Países Bajos, abasto suficiente de medicinas (en Rio Blanco la abundancia de medicinas provoca que se caduquen en el almacén), también que ya no habría masacres, que terminaría el Tren interurbano México-Toluca, etcétera, etc. Y «Para regocijo de mis adversarios, van a poder en libertad hacer cuestionamientos, porque ya no voy a poder contestarle a nadie».
Pese a esa nutrida agenda de expedientes incumplidos, el presidente López Obrador está concluyendo su mandato constitucional con elevados índices de aceptación y ha sido esa preferencia una de las motivaciones fundamentales que llevaron al holgado triunfo de la actual presidenta electa; por supuesto, en el reciente proceso electoral la feria de ilegalidades fue fecunda y bastante evidente, no obstante, el INE no pudo o no quiso ponerles dique. Pero la incógnita persiste ¿tan poderoso ha sido el imán de los programas sociales que ningún razonamiento sirvió de antídoto? Efectivamente ¿Fueron los efectos de los programas sociales el motor que indujo a votar por MORENA? En nuestro país la pobreza está muy extendida y abarca amplias capas de la población, millones de mexicanos nada tienen que perder, y si desde la cúpula gubernamental se ofrecen esperanzas ejemplificadas en apoyos económicos ¿para qué cambiar de rumbo? Cuando la miseria cunde más vale mantener la esperanza, el resto depende del manejo interesado del subconsciente colectivo en donde se ha infiltrado la idea de que la culpa de su miseria se debe “al pasado” y que en el futuro está la salvación. Contra ese almácigo de ideas en contubernio con los intereses políticos lucha la oposición política en México. Nada nuevo en ese teatro, porque la única diferencia radica en los que ahora están “arriba” y quienes la rueda de la fortuna ahora coloca “abajo”- |
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