por
Alfredo Bielma Villanueva
“Entrego la banda y me desaparezco, me jubilo” — “No voy a estar como dirigente moral. No acepto el Maximato. No acepto a ser caudillo, mucho menos cacique. (…) Estoy cumpliendo mi ciclo”, dijo el presidente López Obrador en la mañanera del 13 de marzo (se anota la fecha como pie de página y punto de referencia en caso de amnesia “involuntaria” del autor de su autor). Lo interesante radica en los motivos que originan esa aclaración presidencial, y porque está en directa correspondencia con Claudia Sheinbaum, candidata presidencial de la Coalición partidista integrada por Morena, el Verde Ecologista y el Pt. Es a la ex jefa de gobierno de la CDMX a quien debe pesar y mucho el estigma de potencial marioneta que ha permeado durante todo el proceso electoral en marcha, ¿en verdad Claudia Sheinbaum está dispuesta, en caso de triunfar electoralmente, a desempeñar el papel que históricamente recuerda a Pascual Ortiz Rubio? No escapa a la percepción de todo observador la difícil situación que acompaña a Claudia Sheinbaum en este proceso electoral, en el cual se la observa atada a los designios presidenciales, principalmente porque en discurso y acciones AMLO no ha dado señales efectivas para imaginarlo retirado en su rancho de Chiapas. Nadie mejor que ella ha sentido la punzante preocupación que ya invade el subconsciente del imaginario colectivo mexicano respecto a un poder tras del trono por designios metaconstitucionales. No son pocas las ocasiones en que López Obrador ha reiterado que en su condición de expresidente se retirará a Palenque, pero en su discurso ha expresado cientos de frases que la realidad continuamente desmiente ¿por qué lo de su retiro no podría ser parte de ese tan paradójico y contradictorio discurso? Además, los hechos demuestran el férreo control de López Obrador en la decisión de las candidaturas a diputados, a senadores y a gobernadores, algunos, como en la Ciudad de México en franco antagonismo con la voluntad personal de Claudia Sheinbaum. Todo es especulativo, por supuesto, y en base al hipotético caso del triunfo electoral de Morena en junio próximo.
El México de las instituciones comenzó a surgir hace casi cien años, en 1929, justamente con la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), impulsado por Plutarco Elías Calles con la idea matriz de “hacer de México un país de instituciones y no de hombres fuertes”, pretender ahora lo contrario sería un fenomenal retroceso. Sin embargo, el propio Calles sucumbió a los influjos del poder absoluto, y de no haber adoptado en 1936 el presidente Cárdenas la actitud valiente y decidida de expulsar del país al Jefe Máximo y sus adláteres mandándolos al exilio, el poder político de Calles se hubiera prorrogado por muchos años más. Son lecciones de la historia muy conocidas, pese a ello, quien se apasiona con la tenencia del poder sucumbe a la tentación de enquistarse en el mando. La rueda de la historia enseña lo frágil de la condición humana ante el poder, esa sutil energía que todo lo domina, incluso a quien lo detenta. |
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