Dicen los refraneros que todo fuego se combate con más fuego y que para vencer al enemigo hay que adoptar las tácticas y estrategias del contrario.
La contienda presidencial del año próximo presenta dilemas que los retadores deberán despejar, desde antes de iniciar la campaña formal.
La pregunta más sencilla o, al mismo tiempo, más difícil de resolver es el tipo de candidato o candidata que presentará el frente opositor.
Los retadores de MORENA tienen candidatos de estilos diversos, del que tendrá que salir el contendiente.
Hay de chile, dulce y de manteca, como en los tamales, hay los serios, con amplia experiencia, exsecretarios de varios gabinetes y hay los vociferantes que gustan a muchos, los comodinos, los de apellido ilustre, los catalogados como fifís, los suertudos y de entre ellos saldrá el que o la que se enfrente al o la abanderada de MORENA y sus aliados.
Sin embargo, no se advierte un talachero, ni operadores políticos.
Por lo pronto, una de las retadoras más prendidas, con vocabulario virulento y supuestamente echada hacia adelante y que además traía su propio equipo de campaña, decidió bajarse de la disputa por la candidatura presidencial.
Una indecisa Lilly Téllez se refugió en no estar de acuerdo con los métodos seleccionados, para amagar con no participar y luego recular, aunque se comenta que la realidad es que se dio cuenta que no traía discurso, ni la popularidad que pensaba tener. Su estrategia es sumamente rudimentaria y consiste en ridiculizar a sus compañeros y enfocar sus baterías al Presidente.
Sin embargo, de darse, la ausencia de Lilly no se notará, ya que hay otra mujer que usa un lenguaje florido, como el que tan buenos resultados le dio en el pasado a Vicente Fox. Xóchitl Gálvez se autocalifica como una guerrera, capaz de saltarle al más pintado, pero que le faltan otros elementos necesarios para ser candidato presidencial con posibilidades de victoria.
Poner a Xóchitl sería usar una estrategia similar a la que utilizó AMLO en 2018 y cuyo resultado no ha sido satisfactorio. Una candidata vociferante no es lo mejor para unos electores que desean un cambio.
Enrique de la Madrid y Claudia Ruiz Massieu Salinas, ostentan más que nada un lustroso apellido. Él, hijo de un Presidente de la República, ella sobrina de otro que está considerado como uno de los más acérrimos enemigos del Presidente López Obrador. Ambos candidatos derrotados en la única elección que tuvieron como candidatos uninominales.
Siguen los que no conmueven a nadie con sus discursos y mucho menos con su presencia, pero que posiblemente podrían ser unos buenos contribuyentes al programa de gobierno: José Ángel Gurría, Ildefonso Guajardo y Santiago Creel, todos ellos formaron parte de gabinetes presidenciales.
Beatriz Paredes es una mujer que no pasa por su mejor momento, ni siquiera físico. Es una buena oradora, tiene preparación y experiencia, pero una campaña es extenuante, pesada y desgastante.
Miguel Ángel Mancera fue beneficiado con una candidatura que era para Mario Delgado y ganó con una carretada de votos el gobierno del DF, aunque en la realidad quedó mucho a deber e incluso algunos de sus colaboradores se encuentran en prisión y hay expedientes abiertos en su contra. Silvano Aureoles, el otro perredista sufre igualmente con sus cuentas públicas en Michoacán.
Francisco Javier García alzó la mano, pero tendría que ser una campaña desde el extranjero, pues tiene acusaciones en su contra.
Alejandro Murat se volvió grisáceo desde que dejó el gobierno de Oaxaca. Gabriel Quadri ya fue candidato presidencial, con una raquítica votación. Jorge Luis Preciado ex senador del PAN, dista mucho de ser una opción.
Esas son las cartas con que cuenta la oposición, la que deberá tener cuidado para no caer en las trampas que le pone Andrés Manuel López Obrador. Qué querrán los electores una candidata vociferante, un candidato similar a José Antonio Meade, uno de apellido ilustre o una candidata que, tal vez, no resista el peso de una campaña.
No son muchas las cartas con la que puedan competir
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