México vive inmerso en una democracia que, la mayoría, considera imperfecta, pero que la ha construido durante décadas de la época moderna y dos siglos de fallidos intentos.
Es un proceso lento que recorrió etapas difíciles de revoluciones, asonadas, levantamientos, asesinatos, intervenciones y que ha girado de por la geometría política, pasando de federalistas a centralistas; liberales y conservadores, monárquicos y republicanos, hasta llegar a la época actual en que se consideran a unos de derecha y a otros de izquierda.
Los altibajos se presentan con mucha frecuencia, tanto que la palabra fraude electoral no ha sido borrada del vocabulario de los perdedores, con todo y que mantenemos una cultura del sufragio.
El primer fraude considerado por la historia ocurrió con la elección de Vicente Guerrero, de quien se considera que no ganó la elección de 1828 a Manuel Gómez Pedraza, lo que llevó a la traición que le costó la vida al partícipe en el abrazo de Acatempan.
Después de ello, la historia de México se fue construyendo con levantamientos, traiciones, guerras y vaivenes entre centralistas y federalistas, lo que permitió el surgimiento de una figura detestable para la mayoría de los mexicanos Antonio López de Santa Anna, responsable de la pérdida de gran parte del territorio mexicanos, Texas, primero y California y otros estados una década después.
El recorrido del país desemboca hacia la guerra de liberales y conservadores, donde surgen ganadores los primeros y en lugar de llegar los años de paz, tranquilidad y bonanza, originó la intervención francesa, cuya guerra duró cinco años y permitió el crecimiento de dos figuras diametralmente opuestas y nativas del mismo estado: el hombre de leyes y el soldado, quienes están considerados como los personajes que trajeron la paz al país, aunque el segundo, Porfirio Díaz se levantó en armas contra el primero, Benito Juárez.
Ninguno de los dos personajes puede ser considerado demócrata, ya que Juárez pisoteaba las leyes electorales y Díaz provocaba elecciones amañadas.
La Revolución Mexicana trajo una nueva fisonomía de gobernantes, los generales emergidos de la lucha armada que fueron relegados poco a poco, aunque se debió sofocar varios levantamientos armados en la lucha por el poder y se construyó el Plan Sexenal, con el que Lázaro Cárdenas, el penúltimo general gobernante, llegó al poder con otra visión, la de construcción del México moderno.
Dos períodos después de Cárdenas llegó el primer Presidente civil de México, Miguel Alemán y renovó el partido creado por Plutarco Elías Calles 17 años antes, al que le dio nuevo nombre y gobernó de corrido hasta el año dos mil.
Desde entonces, los partidos políticos mexicanos fueron catalogados como de izquierda, derecha y centro, hasta que la nomenclatura cambio, aunque no se sabe si son catalogados como liberales, conservadores, fifís, chairos, socialistas y otras denominaciones que son usadas como forma de desprecio o insulto de uno y otro lado.
Ahora México vive un período distinto en que 99 millones de ciudadanos deberán acudir a las urnas a refrendar el programa del actual gobierno o dar paso a una nueva alternancia, como viene ocurriendo desde hace 24 años.
La democracia mexicana es perfectible y se ha ido acomodando cada proceso electoral, esperamos que, en esta ocasión, el respeto a la voluntad ciudadana se cumpla y desterremos de nuestro vocabulario la palabra fraude.
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Joaquín Díaz Mena, candidato al gobierno de Yucatán sufrió un duro accidente carretero, del que salió bien librado, el llamado Huacho terminó su campaña electoral, tal como la inició, con un accidente. Al inicio se fracturó un brazo, al término un percance automovilístico.
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Ramón Zurita Sahagún
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