El presente año se presenta difícil donde habrá definiciones de varios tipos sobre el futuro del país. El principal, que los organismo electorales sean garantes de la limpieza de los comicios y el respeto al triunfo de la ganadora.
La más importante y, por ende, la que más atrae la atención de una población de 130 millones de personas, de las que más de 90 millones son electores y deberán decidir quién gobernará la nación por los siguientes seis años.
Todo hace indicar que será la primera ocasión en que México contará con una mujer en la Presidencia de la República, después de que varias de ellas fueron nominadas a la candidatura, sin posibilidades reales de ganar la elección presidencial.
Es cierto que Rosario Ibarra, Cecilia Soto, Marcela Lombardo, Patricia Mercado, Josefina Vázquez Mota y Margarita Zavala fueron candidatas en diversas elecciones, pero ninguna, salvo Josefina propuesta por un partido competitivo.
Ahora las dos mujeres en competencia reúnen posibilidades reales de ganar, más una que la otra, ya que traen detrás de sí a partidos con presencia nacional. Claudia Sheinbaum es la favorita y representa al partido que asomó apenas en 2015 en su primera participación electoral y a la fecha mantiene mayoría en el Congreso de la Unión, 23 de los 32 gobiernos estatales y su joya máxima es la Presidencia de la República.
Repetir en la primera magistratura no parece difícil, ya que cuenta con una candidata sólida y surgida de la izquierda, sin ningún pasado con los otrora partidos hegemónicos PRI y PAN. Claudia cuenta además con la protección del propio Presidente López Obrador que la ve como su discípula más sobresaliente.
En la otra orilla asoma Xóchitl Gálvez una mujer pujante que cuenta con destellos de picardía, jocosidad y simpatía, pero que jamás ha estado en cargos de mayor importancia y es respaldada por tres partidos que tuvieron pasado glorioso, pero que ahora se encuentra en franco descenso.
La gran interrogante es sobre la decisión de los electores, si irán por la continuidad o votarán por un cambio, como ha venido ocurriendo en el pasado reciente y si los comicios se significarán por ser limpios o basados en triquiñuelas, como las que se han venido sucediendo desde que inició el año electoral.
Ninguna de las dos candidatas está exenta de una serie de situaciones que violan los ordenamientos electorales y que los organismos electorales han pasado por alto. INE y el Tribunal Electoral no han podido o querido sancionar como se merecen las violaciones que van desde las campañas adelantadas, el uso desmedido de recursos económicos, la realización de concentraciones y hasta la oferta de propuestas de las candidatas y de los partidos que, por ley, están impedidos de hacer. Tampoco las continuas intromisiones del Ejecutivo federal han merecido más que unas simples llamadas de atención.
Sin embargo, hay una sombra que amenaza la realización de los comicios y es la creciente violencia que se desata en varias regiones del país que podrían ocasionar la falta de respaldo para el pleno ejercicio democrático y orillar a posponer los comicios, mediante une Estado de Excepción.
El año se presenta sombrío, ya que los electores se muestran escépticos sobre el desarrollo del proceso electoral y no enseñan ni muestran alguna justificación o razón que les provoque asistir a las urnas.
Las dos candidatas no han conseguido conmover ni motivar al electorado para que acuda a las urnas, por lo que se prevé que la votación no supere más allá del 50 por ciento del padrón electoral y para colmo de males, un tercer candidato, postulado por MC, no aparece en el panorama y los dos que buscaban el respaldo de candidatura independientes se quedaron cortos en cumplir los requisitos.
Así que México vivirá su encrucijada de cuál mujer quieren para gobernar el país los próximos seis años, la de la política de continuidad o la de la jocosa y humilde candidata que vendía gelatinas.
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Ramón Zurita Sahagún
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