Seguramente las nuevas generaciones no entenderán el concepto de calca al carbón, pero se explica fácilmente, es una copia de algo o alguien que sigue fielmente los trazos del original.
Esa calca al carbón quedó evidenciada (por si había dudas) es Claudia Sheinbaum, una calca de Andrés Manuel López Obrador que repite uno por uno los argumentos, señalamientos y mentiras del Presidente de la República.
Sin embargo, hay algunas diferencias de esa calca: Claudia no tiene la simpatía, ni la empatía, mucho menos el carisma, la conexión con la gente, ni otros atributos con que cuenta el hoy Ejecutivo federal.
Lo que sí tiene es obediencia, fidelidad, disciplina y memoria, para repetir paso por paso el guión ensayado que le fue entregado desde Palacio Nacional.
Claudia demostró en cada uno de los tres debates de los candidatos presidenciales, su constancia y tesón, para no alterarse jamás, ni mover un músculo de la cara cuando era atacada por su principal adversaria, Xóchitl Gálvez, a la que continúa sin llamarla por su nombre.
En este tercer debate, Claudia pretendió innovar y cuál niña recitadora movía las manos, principalmente la derecha, señalando con su índice hacia el frente y esboza media sonrisa que cambiaba la perspectiva de su rostro, siempre rígido, desviando la vista del frente.
Su concentración era tal que ni siquiera la denuncia que dijo Xóchitl presentó o las acusaciones contra Mario Delgado, los hijos del Presidente, Rocío Nahle, Arturo Zaldívar y otros personajes, desglosadas una por una, merecieron más allá de la indiferencia de Claudia y un lacónico sí hay pruebas, denuncialos.
Xóchitl echó su resto, pero le faltó contundencia, para asestar el golpe demoledor y sus denuncias se pierden en la inmensidad de las palabras, acusaciones y descalificaciones que se dijeron en los 105 minutos que duró el evento transmitido por diversas cadenas de televisión.
Fue un intercambio de ganchos los que se dieron Claudia y Xóchitl, aunque las balas de la candidata del frente opositor parecían de mayor calibre no acertaron en el blanco y la respuesta nunca llegó de parte de Claudia.
Jorge Álvarez puso su mejor empeño y remachó en contra de Xóchitl las más de las veces y contra Claudia en un tono más suave. Criticó los gobiernos del pasado, pero jamás lo hizo con el actual. Propuso y siempre sus ejemplos se cifraban en los gobiernos de Nuevo León y Jalisco, entidades que gobierna MC. Vio siempre la paja en el ojo ajeno, pero nunca puso la mira en la viga del suyo. Se lanzó contra las candidaturas plurinominales, olvidando que él mismo proviene de ellas y atizó contra las nominaciones de los presidentes del frente opositor al Senado de la República, aunque su amnesia lo llevó a olvidar que el dirigente nacional de su partido hizo lo propio, enjuició al PRI del pasado, sin recordar que él mismo formaba parte de ese partido.
En el caso del candidato de MC le recuerdan que está bien ser puerco, pero no tan trompudo.
Terminado el trámite de los tres debates entre candidatos presidenciales, ahora tocará, en dos semanas al electorado de 99 millones decidir en las urnas el nombre de quien dirigirá los destinos del país los próximos seis años.
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Es sumamente extraño el caso de Chiapas, donde la presencia de los grupos criminales es conocida y dan fe de ello, los constantes enfrentamientos y la muerte de víctimas, sin que nadie lo atienda. Ni siquiera al ser la puerta de entrada de miles de migrantes. Nadie pone un freno a la voracidad de los grupos que buscan el control de la entidad y del gobernador no se sabe nada. Hace unas semanas lo encontré en la CDMX y le pregunté sobre la violencia en su estado y solamente me dijo, en la capital exageran todo, allá está tranquilo.
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