Este jueves 11 de agosto se anunció que el Banco de México aumentó la tasa de interés de referencia a un 8.5 por ciento, la más alta en 16 años y la mayor desde el 2008 cuando se puso en marcha la actual política monetaria. Una decisión de la Junta de Gobierno que refleja el grave impacto que la inflación tiene ya en el rumbo de la economía mexicana.
Esta medida llevará a que el crecimiento económico del país se frene aún más puesto que como sabemos al subir las tasas de interés se incrementa el costo de los créditos y se desincentiva el consumo. Lo que se busca es evitar que haya salida de inversionistas extranjeros al hacer atractivo el permanecer en México si se ofrecen réditos más altos, y, desde luego, se quitan presiones al tipo de cambio; todo ello para intentar frenar la altísima inflación que ya tenemos.
Así, el aumento en la tasa de interés del Banco de México representa un freno para la economía, sobre todo si observamos que la tasa de interés del Banco Central es el parámetro de referencia que toma la banca comercial para establecer las tasas que ellos cobran a las personas y empresas. Y al subir la tasa de referencia del banco central suben las de los bancos comerciales y con ello el costo del crédito se incrementa: los contratados a tasas variables, los préstamos de nómina, hipotecarios, automotrices, las tarjetas de crédito y las variadas formas de financiamiento que oferta la banca. Se encarece el crédito y se pagan más intereses.
Todo esto, evidentemente atizado por la inflación, habrá de representar menos inversión y utilidades para las empresas, caída del empleo y un freno al dinamismo de la economía para todas las familias.
Pero, eso no es lo peor. En países el nuestro con una desigualdad tan grande en la distribución del ingreso, la inflación impacta más a los más pobres. Mientras que a sectores de altos ingresos solo les representa la necesidad de redistribuir su gasto o quizá ver reducida su riqueza o ahorros, para las clases más pobres una elevada inflación como la que tenemos pone en riesgo su acceso a la alimentación y a la salud, por no hablar de la educación, de la vivienda y otros satisfactores o necesidades que ya no pueden cubrir.
Se ha estudiado que siempre la inflación es más alta para las familias más pobres porque ellas destinan más de la mitad de sus ingresos sólo a la comida, en tanto que las familias más ricas solo utilizan un 20% a gastos de alimentación. De modo tal que los precios altos en los alimentos los resienten más quienes tienen menos recursos.
Y el resultado es claro: la inflación tan elevada, el crédito caro y la desaceleración de la economía amplía la desigualdad y pega a los sectores más desfavorecidos, las eternas víctimas del modelo económico que condiciona a todas las naciones y sostiene el orden mundial, y condena a que sean los hogares más pobres donde sus integrantes tengan cada vez menos oportunidades de superar su situación de pobreza o vulnerabilidad económica.
Lo más sombrío es que la inflación en México no dará tregua en lo que resta del año y ya el mismo Banco de México actualizó su pronóstico al alza y ahora prevé que el Índice Nacional de Precios al Consumidor cierre 2022 en 8.1 por ciento.
Cómo afectará este panorama tan complejo a la gobernabilidad en México, cuánto impactará en las percepciones sociales sobre los resultados del gobierno de cara a las elecciones del próximo año y de la elección presidencial del 2024, de ello le platicaremos en la próxima entrega.
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