Brenda Caballero
José Ángel tenía 11 años. Estudiaba
el sexto año de primaria en el Colegio Cervantes de Torreón, Coahuila. Este viernes asistió como cualquier otro día a su escuela. Pasaba de las ocho de la mañana cuando pidió permiso a María, su maestra, para salir al sanitario. Transcurridos 15 minutos y
al ver que el niño no regresaba, María salió a buscarlo. Ángel sale con dos armas en mano y dispara a su entorno. Las balas alcanzan al maestro Aldo, de Educación Física; a Mario, de segundo año de primaria; a Marifer, de 7 años; a Fabián, de 8, así como a
Luciana, Jimena y Carlos. Acto seguido, le dispara a su maestra y él se suicida.
De inmediato, la información se viraliza
y las preguntas empiezan a surgir ante esta terrible tragedia: ¿Qué ocasionó que el niño actuara así? ¿Qué lo motivó? ¿Quién le dio las armas? ¿Por qué asesinó a su maestra? ¿Por qué disparó contra sus compañeros del Colegio?
Según información que circula en redes,
se dice que José Ángel era un niño de buenas calificaciones, melancólico, pero no violento. Hijo de padres divorciados, vivía con sus abuelos, pues su madre recientemente había fallecido.
El día transcurría y entonces las autoridades
manejaron la teoría de que el niño había sido influenciado por los videojuegos, pues su playera traía la leyenda Natural Selection. Pero ¿puede un juego de video influir en las acciones y reacciones de José Ángel? No sé usted, al menos yo no conozco caso alguno,
ni siquiera en los considerados violentos como Fortnite.
Minutos después se sabría que José Ángel
no se inspiró en el videojuego que salió en 2002, Natural Selection, sino al parecer en Eric Harris, adolescente que junto con Dylan Klebold, ideó la matanza de Columbine en 1999, donde murieron doce alumnos, un profesor y veintiuno fueron heridos.
Sería muy aventurado de mi parte hacer
una conclusión y decir que José Ángel fue influenciado por los videojuegos porque encontraron mensajes en su celular relativos a ello; por la desintegración familiar de sus padres; o hasta por bullying del que dicen era blanco, como lo manejaron en redes sociales
y algunos portales de noticias.
Desgraciadamente el pequeño pudo haberse
encontrado en la encrucijada de todos estos aspectos y otros que ni idea tenemos y que desencadenó la desgracia que conocemos, que enluta al país y nos hace pensar en la descomposición actual de la sociedad donde niños toman pistolas y matan inocentes.
Si bien hay programas que pueden ayudar
a prevenir tragedias como el Mochila Sana, donde por cierto el pasado 8 de octubre, padres de familia de ese Colegio se opusieron a que las mochilas de sus hijos fueran revisadas, es tarea primordial de la familia observar el comportamiento de sus hijos. Al
respecto recuerdo las memorias de la madre de Dylan, unos de los autores de la masacre de Columbine, cuando repite una y otra vez que no conocía a su hijo, pues vivían en mundos paralelos y que por lo mismo pensó que los cambios de humor de su hijo eran parte
del proceso que pasan los adolescentes y no como señales sutiles de deterioro psicológico.
En el caso de José Ángel, más que buscar
culpables a lo que pudo ser el detonante de un niño solitario, melancólico y tranquilo es necesario que entender que necesitamos reforzar y agudizar nuestros sentidos como sociedad para observar problemas de salud mental, y poder ayudar a nuestros jóvenes.
Además, se deben de considerar acciones para el manejo de crisis en las escuelas, considerando que muchos niños están basando su educación en las redes sociales, en series y en internet, y sobre todo, tener un control sobre el tráfico de armas, pues hoy en
día cualquiera con dinero puede tener acceso a ellas.
Seamos previsores y no lamentemos después
tragedias como las de Torreón.
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