Brenda Caballero
¿Encontró todo lo que buscaba? Pregunta la cajera que me atiende en el supermercado, mientras cambia de posición las piernas para tratar de evitar el cansancio que le produce estar parada toda su jornada. No puedo evitar pensar en la habilidad que tienen los flamingos, esas aves que descansan sobre una de sus patas, pero los seres humanos no tenemos esa habilidad. Cajeras, vendedoras y personas que están mucho tiempo de pie llegan a usar medias de compresión para mejorar la circulación y evitar la hinchazón en las extremidades inferiores, acompañándolas de un par de cómodos zapatos.
¿Por qué no las dejan sentarse? Alguna vez pregunté a alguna de ellas, la cual me respondió que al patrón no les gustaba verlas sentadas, pues decía que se veían encorvadas, con posición de “weba” y hasta daban mal aspecto a la clientela.
Este testimonio que aplica tanto a mujeres como a hombres (aunque a ellos se les ve más en actividades de vigilancia) es el antecedente de lo que hace unos días los legisladores aprobaron por unanimidad con 476 votos a favor, la llamada “Ley Silla”, que consiste en que los empleados y empleadas tengan derecho al descanso periódico en asientos o sillas con respaldo. De esta forma se prohíbe que se mantengan de pie toda su jornada laboral y con ello evitar que los empleados desarrollen enfermedades como fascitis plantar, várices o enfermedades del corazón.
Pero ¿por qué votar y hacer una Ley para proporcionar una silla al empleado cuando esto debiera ser de sentido común?
Y es ese mismo sentido común lo que parece faltar en la Secretaría de Finanzas y Planeación a cargo del ratificado José Luis Lima Franco, donde el baño de mujeres para personas con discapacidad ha sido cerrado con cadena y hasta candado.
Sí, parece increíble que en pleno siglo XXI se tenga que abrir un candado y quitar una cadena para poder hacer uso de un sanitario público, el que por cierto al ser de mujeres y de personas discapacitadas (dos grupos vulnerables) se esté volviendo a vulnerar su derecho.
Tristemente si usted es mujer y tiene alguna discapacidad, usa bastón o le duelen las rodillas para poder sentarse en el excusado básico, y debe auxiliarse de la barra lateral de apoyo, antes de ir al baño, tiene que visitar el segundo o tercer piso de Sefiplan para buscar a la persona que tiene las llaves y le abra “esa puerta negra con tres candados”.
Si usted es hombre, no se preocupe; el baño de hombres para personas con discapacidad no tiene candados ni cadenas… ¿acaso es un asunto de misoginia de una dependencia que tiene hasta carteles de no violentar a las mujeres?
Según cuentan, “San Pedro” ha sido selectivo al proporcionar un juego de llaves a quien él considere que realmente necesita el sanitario, pero ¿y las visitantes? según cuentan en dicho baño no hay nadie que pueda auxiliarlas para abrirles de manera inmediata.
La versión que han hecho circular del cierre permanente del baño es porque supuestamente alguna fémina que ingresó a él lo dejó muy muy sucio. ¿Pero no se les ocurre pensar que a lo mejor por su discapacidad no tuvo opción? ¿Acaso es una medida para castigar a todas las mujeres que van al baño?
Porque déjeme decirle que en esa zona de sanitarios el cual consta de 4 baños más el de mujeres discapacitadas, da servicio para alrededor de 500 mujeres trabajadoras de esa dependencia más visitantes, razón por la que siempre hay fila de espera ¿Acaso quieren que las empleadas se enfermen de la vejiga, de problemas intestinales o infecciones del tracto urinario?
A lo mejor al igual que se aprobó la “Ley Silla”, en Veracruz sea necesario que se legisle sobre la” Ley Baño” donde empleadas y mujeres con discapacidad tengan derecho al acceso inmediato a un sanitario sin tener que andar pidiendo las llaves a un varón para que les abra.
*Tiempo de Mujeres. Si afecta a una, nos afecta a todas.
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