Brenda Caballero
“¡No hablen tan cerca!”, ¡Aléjate de tu hermana!”, me dice mi mamá. Es difícil entenderlo por lo apegadas que siempre hemos sido. Y la verdad duele escucharlo, más cuando son fechas de unión familiar como la Cena de Año nuevo. Pero mi madre lo hace por protegerme, para que no me contagie, ya que ella sigue trabajando en hospital Covid, allá en CDMX.
Mi instinto de información me lleva a preguntarle sobre los casos... si en verdad están los hospitales llenos; sin embargo, poco a poco he aprendido a no preguntarle... creo que lo que vive ella y todo su gremio como médicos, enfermeras y personal que trabaja en Hospitales o Clínicas ya es demasiado. Quisieran un respiro, que ya no hubiera más ingresos por Covid, que la gente se mantuviera en sus casas y si es necesario salir, usaran cubrebocas. Están cansados y no quieren hablar de ello.
¿Pero sabe usted lo que realmente viven estos héroes? Bueno, no todos... hablo de los que realmente están en el área de batalla, los que ven ingresar todos los días pacientes, los que los atienden y limpian sus áreas, cambian sus sábanas, les llevan de comer; los que los escuchan hablar con sus familiares con la esperanza de poder salir del hospital, pero que simplemente las condiciones médicas les son negativas.
Seguramente usted conoce a alguien que labore en el sector salud. ¿Ha platicado con él o ella? ¿Le ha preguntado cómo se siente? ¿Si necesita algo?
No es fácil ponerse en los zapatos de los demás, y más del personal de salud en estas circunstancias. Es fácil criticar la falta de atención, insensibilidad y hasta malos tratos en los hospitales, ¿pero qué hay en el fondo?
Ya habíamos escuchado que el personal médico y de enfermería habían sido discriminados por su trabajo; incluso, en algunos casos, desalojados por sus arrendatarios por temor al contagio del SARS-COV-2. Han sido atacados en vía pública con agua o palabras altisonantes, o hasta encarcelados por supuestamente no salvar vidas.
Lo peor es que muchos y muchas han muerto en el campo de batalla. De acuerdo a cifras de la Secretaría de Salud a nivel federal, 1 de cada 10 contagios es de personal médico.
A ello súmele los que han perdido a su esposo, pareja, padres, hermanos y que tienen que seguir laborando frente al virus que les arrebató a su ser querido.
Otros más tienen secuelas tanto físicas como emocionales. Dentro de las físicas se tiene la disnea, la fibrosis pulmonar, las articulaciones inflamadas, el daño cerebral, insuficiencia renal, deterioro de la memoria, daño al corazón, fatiga crónica, la sequedad al despertar en las glándulas salivares y lagrimales, pérdida de olfato y gusto, que a pesar del tiempo no se recuperan.
Dentro de las secuelas emocionales se tiene la depresión, el insomnio, la ansiedad.
¿Qué políticas públicas tenemos actualmente para poder apoyar a nuestros profesionales de la salud?
Porque una cosa es la vacuna y otra muy diferente el apoyo psicológico, el emocional.
A propósito de la vacuna, esperemos que no pase lo mismo que con la Medalla Miguel Hidalgo y que realmente se les aplique a los que están atendiendo a pacientes Covid; no a recomendados o influyentes.
Recordemos el caso del médico Luis Humberto Barrón García, jefe de urgencias de la Clínica 11 del IMSS en la ciudad de Xalapa, quien fue condecorado por el Presidente López Obrador el pasado 16 de septiembre con dicha medalla y un premio de 100 mil pesos, a pesar de que el mismo personal de Salud se indignó y levantó la voz señalando que el médico nunca entró al área covid y por ende, nunca atendió pacientes con el virus. Dijera el mismo Presidente Andrés Manuel: ¡Qué inmoralidad!
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