Habiendo establecido en artículos anteriores, que los seres humanos somos parásitos de La Madre Tierra; junto con todos sus Dioses y representantes; mismos que, sin duda, son otra categoría de parásitos. Pues son parásitos de los parásitos. Increíble; pero lógicamente se puede demostrar...
Recurriendo a la Historia para entender el absurdo comportamiento humano de estar metido siempre en guerras con quien sea. Matándose los unos a los otros ¡por dinero! Y sin poder soslayar que el ser humano es el único animal que daña a su pareja. Lo que da vergüenza hasta decirlo...
Pero se encuentra que el proceder de los niños y los adultos es totalmente opuesto. Los niños se abrazan, juegan sin distingo de raza o condición; y los adultos son racistas, envidiosos y belicosos...
Y que la diferencia la establece, no sólo el ejemplo de los mayores; sino el comer lo que no se debe...
Toda vez, que orgánicamente no estamos diseñados para comer de todo. Y de paso, dejando claro que las condiciones de agresividad y envidia, no son congénitas ni hereditarias; sino básicamente alimenticias...
Entendido que el origen del Mal, es la enfermedad. Y que la salud es el origen del Bien. Y que el comportamiento humano depende de lo que come. Las civilizaciones de trigo, de arroz o de maíz, son distintas, precisamente por eso...
Pero no habíamos dado con quién, por qué y cómo es que el Hombre desvió el camino y comenzó a matar para comer. Se lo atribuyen quienes algún día dieron como cierto el cuento ese de la víbora parlanchina y -mala onda- de la maldad de la mujer...
Pero no aclara el fin que tuvo el seductor reptil, que tanto daño le ha hecho a la humanidad, al inducirla a comer lo prohibido. Y por eso al Hombre lo expulsaron del Paraíso -como lo es el estar enfermo- y lo condenaron a trabajar -qué gacho-...
En la mitología griega, el Titán Prometeo, nacido de la unión de Urano -El Cielo- y Gaya -La Tierra- -que es la Historia de siempre, pero con diferentes actores- fue expulsado del Olimpo por haberles robado el fuego a los Dioses y regalárselo a los Hombres...
Como castigo por el daño hecho, Zeus ordenó que se le encadenara a una roca para que el águila le devorara el hígado; pero como el hígado volvía a crecer de noche, todos los días el águila se lo volvía a comer. Y así, para toda la eternidad...
Lo que sentencia que la humanidad nunca comerá de otra manera; a menos que no tenga más remedio, es decir, a menos que las circunstancias lo fuercen y lo obliguen. Sin soslayar, que un ser vivo, como lo es La Tierra, tratará siempre de deshacerse de sus parásitos...
Pero, en su inconmensurable sabiduría, poniendo una sentencia, que a su vez es la solución a las enfermedades. Si somos el resultado de lo que hemos comido, la única forma de ser de otra manera, es comer de otra manera. No hay que darle muchas vueltas.
Y aquí nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.
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