Imbuidos en la generalizada creencia de que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios; ignorantes de que las abejas son los animales más importantes del Planeta. Y que de su existencia depende la vida del mundo que conocemos...
Sin demeritar a las increíbles hormigas, las termitas y las lombrices, vitales para la sobrevivencia humana. La desaparición de alguna de esas especies -y muchas más- sería el fin de la humanidad...
En cambio, la desaparición del hombre sobre la faz de La Tierra, sería motivo de júbilo y alivio para muchas especies, o, mejor dicho, para todas. Pero inconscientes de la supina arrogancia nacida de las “benditas” religiones, el hombre y su “progreso” ha extinguido cualquier cantidad de especies...
En el entendido de que toda especie tiene su límite, pues todo lo que nace tiene que morir. Y si desaparecieron los dinosaurios, pensar que el ser humano va a sobrevivir para siempre; cuando literalmente está cavando su propia tumba, es no querer ver la realidad...
Los científicos se tardaron en reconocer que los seres humanos hemos desaparecido cientos de especies de animales y plantas, rompiendo el equilibrio de la vida y haciendo gala de inconsciencia...
Solo que La Madre Tierra, un ser vivo infinitamente superior a todo cuanto existe y que sustenta la vida, está a punto de deshacerse de unos parásitos detestables, como lo son todos los que le cayeron del cielo y solo han hecho daño desde que llegaron. En el entendido de que un parásito, o sea, como nosotros, necesaria y forzosamente tiene que llegar de fuera-...
Que somos los más crueles depredadores, capaces de matar elefantes, sólo por gusto; como el infeliz rey de España. No muy distinto de todos aquellos que llegan a un restaurante, van a la pecera y escogen una langosta, que, sacada de su prisión, es metida en agua hirviendo. Para después degustarla...
Criminal actitud que se comparte con los que asesinan a puñaladas a un cochino, o los que crían animales que, desde que nacen, son sometidos a una crueldad verdaderamente inaudita. Y por supuesto, a quienes se los comen...
Y se trae a cuento, porque hace unos días se firmó La Declaración de NY sobre la Consciencia Animal; signada por 40 científicos de muy diferentes especialidades, que reconocen que los animales tienen consciencia...
Conclusión a la que se llegó, después que descubrimientos recientes dieron como resultado que animales como insectos, peces, moluscos y crustáceos, mamíferos y aves; y de hecho todos los vertebrados, incluyendo peces y anfibios, tienen capacidades cognitivas que muestran señales de pensamiento o experiencia consciente...
Pero la gente no lo entiende. Los animales tienen más derechos que los humanos. Ellos son de aquí, llegaron antes que nosotros, por decirlo de alguna manera. Además de que su vida armoniza con todo su hábitat; y nosotros lo destruimos...
Todo esto de la inteligencia animal -y no hay que olvidar la inteligencia de las plantas- ya era sabido desde hace mucho tiempo. El próximo mes de julio, el día 7, se cumplirán 12 años de la Declaración de Cambridge, que llegó a las mismas conclusiones...
Hoy se hace un nuevo intento por vencer la arrogancia del “animal humano”, como lo llaman en los estudios; pero parece que es difícil deshacerse del cáustico pensamiento religioso, que ha llevado al hombre a vivir contra natura...
Solo cabe preguntar, si realmente los parásitos tendrán un Dios; o nada más son cuentos de los que se dicen sus representantes. Porque finalmente ya es tarde; el daño está hecho y solo se deberán salvar los que vivan de otra manera. Porque: así ya no se puede.
Y mañana continuamos, si el Sol me presta vida.
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